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1 Samuel 15:24 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

24 —¡He pecado! —admitió Saúl—. He desobedecido la orden del Señor y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

24 Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

24 Entonces Saúl le confesó a Samuel: —Es cierto, he pecado. He desobedecido tus instrucciones y el mandato del Señor, porque tuve miedo del pueblo y por eso hice lo que ellos me pidieron.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

24 Saúl dijo a Samuel: 'Tuve miedo al pueblo e hice lo que me pedía, por esta razón pequé y desobedecí la orden de Yavé y sus palabras.

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La Biblia Textual 3a Edicion

24 Y Saúl respondió a Samuel: He pecado; ciertamente he transgredido el dicho de YHVH y tus palabras, porque temí al pueblo y obedecí la voz de ellos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

24 Saúl dijo entonces a Samuel: 'He pecado, porque he transgredido el mandato de Yahveh y tus palabras; pero ha sido porque tuve miedo al pueblo y escuché su clamor.

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1 Samuel 15:24
21 Referans Kwoze  

Él respondió: —La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto y yo lo comí.


Al hombre dijo: «Por cuanto hiciste caso a tu esposa y comiste del árbol del que te prohibí comer, ¡maldito será el suelo por tu culpa! Con sufrimiento comerás de él todos los días de tu vida.


—¡He pecado contra el Señor! —reconoció David ante Natán. —El Señor ha perdonado ya tu pecado y no morirás —contestó Natán—.


por miedo al qué dirán. Jamás me he quedado en silencio y encerrado por miedo al desprecio de mis parientes.


Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa y tu juicio, irreprochable.


El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón a toda prisa y les dijo: «He pecado contra el Señor su Dios y contra ustedes.


»No imites la maldad de las mayorías. »No te dejes llevar por la mayoría en un proceso legal. »No perviertas la justicia tomando partido con la mayoría.


Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón para decirles: —Esta vez reconozco mi pecado. El Señor ha actuado con justicia, mientras yo y también mi pueblo hemos actuado mal.


Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado.


El rey Sedequías respondió: —Lo dejo en sus manos. Ni yo, que soy el rey, puedo oponerme a ustedes.


Balán dijo al ángel del Señor: —He pecado. No me di cuenta de tu presencia en el camino para cerrarme el paso. Ahora bien, como esto te parece mal, voy a regresar.


—He pecado —dijo—, porque he entregado a la muerte a un inocente. —¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú!


Entonces, ¿busco ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo.


Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos recibirán como herencia el lago de fuego y azufre. Esta es la segunda muerte».


—Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec —respondió Saúl—. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al Señor tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos.


—¡He pecado! —respondió Saúl—. Pero te pido que por ahora me sigas reconociendo ante los jefes de mi pueblo y ante todo Israel. Regresa conmigo para que yo adore al Señor tu Dios.


Además de perdonarle la vida al rey Agag, Saúl y su ejército preservaron las mejores ovejas y vacas, los terneros más gordos y, en fin, todo lo que era de valor. Nada de esto quisieron destruir; solo destruyeron lo que era inútil y lo que no servía.


¿Por qué, pues, tratan ustedes con tanto desprecio los sacrificios y las ofrendas que yo he ordenado traer a mi santuario? ¿Por qué honras a tus hijos más que a mí, y los engordas con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?”.


—¡He pecado! —exclamó Saúl—. Regresa, David, hijo mío. Ya no voy a hacerte daño. Tú has valorado hoy mi vida; yo, en cambio, he sido un necio y me he portado muy mal.


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