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1 Reyes 18:39 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

39 Cuando vieron esto, todos se postraron y exclamaron: «¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!».

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

39 Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

39 Cuando la gente vio esto, todos cayeron rostro en tierra y exclamaron: «¡El Señor, él es Dios! ¡Sí, el Señor es Dios!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

39 Al ver esto, todo el pueblo se echó con el rostro en tierra, gritando: '¡Yavé es Dios! ¡Yavé es Dios!'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

39 Al verlo, toda la gente cayó sobre su rostro, y dijo: ¡YHVH es Ha-’Elohim! ¡YHVH es Ha-’Elohim!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

39 Al presenciar esto todo el pueblo, todos cayeron rostro en tierra y exclamaron: '¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!'.

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1 Reyes 18:39
19 Referans Kwoze  

Elías se presentó ante el pueblo y dijo: —¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él. El pueblo no dijo una sola palabra.


Entonces invocarán ellos el nombre de su dios y yo invocaré el nombre del Señor. El que responda con fuego, ese es el Dios verdadero. Y todo el pueblo estuvo de acuerdo.


Mientras tanto, un profeta se presentó ante Acab, rey de Israel, y le anunció: —Así dice el Señor: “¿Ves ese enorme ejército? Hoy lo entregaré en tus manos, entonces sabrás que yo soy el Señor”.


Así todos los pueblos de la tierra sabrán que el Señor es Dios y que no hay otro.


David alzó la vista y vio que el ángel del Señor estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano que apuntaba hacia Jerusalén. Entonces David y los jefes, vestidos de luto, se postraron sobre su rostro.


Oró al Señor, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que solo el Señor es Dios.


Al ver los israelitas que el fuego descendía y que la gloria del Señor se posaba sobre el Templo, cayeron de rodillas al piso y, postrándose rostro en tierra, alabaron al Señor diciendo: «Él es bueno; su gran amor perdura para siempre».


Por tanto, cualquiera que pertenezca a Judá, suba a Jerusalén a construir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén; y que Dios lo acompañe.


Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado.


El Señor es Dios y nos ilumina. Con ramas en las manos, únanse a la procesión festiva hasta los cuernos del altar.


«Escucha, pueblo mío, que voy a hablar; Israel, voy a testificar contra ti: ¡Yo soy tu Dios, el único Dios!


¿Quién se levantará a defenderme de los malvados? ¿Quién se pondrá de mi parte contra los malhechores?


«Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo.


Adviérteles que así dice el Señor y Dios: “El día en que elegí a Israel, hice un juramento solemne con la mano en alto a la descendencia de Jacob. El día en que me di a conocer a ellos en Egipto, volví a hacerles este juramento con la mano en alto: ‘Yo soy el Señor su Dios’.


De la presencia del Señor salió un fuego que consumió el holocausto y la grasa que estaban sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo prorrumpió en gritos de júbilo y cayó rostro en tierra.


Juan era una lámpara encendida y brillante, y ustedes quisieron disfrutar de su luz por algún tiempo.


Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer?


«¿Qué vamos a hacer con estos sujetos? Es un hecho que por medio de ellos ha ocurrido un milagro evidente; todos los que viven en Jerusalén lo saben y no podemos negarlo.


Mientras la llama subía desde el altar hacia el cielo, el ángel del Señor ascendía en la llama. Al ver eso, Manoa y su esposa se postraron en tierra sobre sus rostros.


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