dijo a la asamblea de Israel: «Si les parece bien y si es lo que el Señor nuestro Dios desea, enviemos mensajeros a todas partes para llamar a nuestros hermanos que se han quedado en el territorio de Israel. También llamemos a los sacerdotes y levitas que están en los pueblos y aldeas, a que se unan a nosotros
Y dijo: —Vayamos esta noche tras los filisteos. Antes de que amanezca, quitémosles todo lo que tienen y no dejemos a nadie con vida. —Haz lo que te parezca mejor —respondieron. —Primero debemos consultar a Dios —intervino el sacerdote.
¿Es acaso esta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡Claro que no! No debiera el rey acusarnos ni a mí ni a mi familia, pues de este asunto su servidor no sabe absolutamente nada.