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Tito 1:11 - La Palabra (versión española)

11 Y es preciso reducirlos al silencio porque no hacen más que ir de casa en casa causando estragos y enseñando lo que no deben en busca de una vil ganancia.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Hay que callarlos, porque, con su falsa enseñanza, alejan a familias enteras de la verdad, y solo lo hacen por dinero.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Hay que taparles la boca, pues enseñan en forma muy interesada cosas que no conviene y desconciertan a familias enteras.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 a los cuales es necesario taparles la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no se debe.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 A éstos hay que taparles la boca, ya que están echando a perder a familias enteras enseñando lo que no deben, y todo por una sórdida ganancia.

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Tito 1:11
22 Referans Kwoze  

Lo ven los rectos y se alegran, mientras los malvados guardan silencio.


Y el rey se alegrará en Dios, se gozará quien juró por él y enmudecerán los mentirosos.


Por eso, voy a dar a otros vuestras mujeres, entregaré vuestros campos a los conquistadores. Es que del pequeño al grande todos piensan en medrar; del profeta al sacerdote todos andan entre fraudes.


Me deshonráis ante mi pueblo por unos puñados de cebada y por unos trozos de pan, hasta el punto de dejar morir a las personas que no deben morir, y dejar con vida a las personas que no deben quedar con vida, engañando así a mi pueblo, que escucha vuestras mentiras.


de modo que, al acordarte del pasado, te avergüences y, avergonzada, no vuelvas a abrir la boca, pues voy a perdonarte todo lo que has hecho —oráculo del Señor Dios.


Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo y sus profetas vaticinan por dinero. Pero aún se apoyan en el Señor y dicen: «¿Acaso no está el Señor con nosotros? ¡No nos alcanzará la desgracia!».


Así dice el Señor contra los profetas que extravían a mi pueblo: Mientras tienen algo que comer, proclaman: «Todo es paz», pero declaran una guerra santa a quien se niega a llenarles la boca.


¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cerráis a la gente la entrada en el reino de los cielos! Ni entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren entrar. [


Y ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.


En cambio, el asalariado, que no es verdadero pastor ni propietario de las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye, dejando que el lobo haga estragos en unas y ahuyente a las otras.


Ahora bien, es sabido que todo lo que dice la ley se lo dice a quienes están bajo su yugo. Nadie, por tanto, tendrá derecho a hablar y el mundo entero ha de reconocerse culpable ante Dios.


Por Cristo, en quien creo, os aseguro que nadie en la provincia de Acaya me arrebatará este motivo de orgullo.


Además, aprenden a vivir ociosamente y no hacen más que andar de casa en casa; desocupadas como están, viven del comadreo, se entrometen en todo y hablan de lo que no deben.


Pero si una viuda tiene hijos o nietos, a ellos toca, antes que a nadie, cuidar con dedicación de su propia familia, correspondiendo así a lo que recibieron de sus progenitores; esto es, en efecto, lo que agrada a Dios.


Y también los conflictos sin fin, propios de personas con la mente embotada, de personas que están lejos de la verdad y piensan que la religión es un negocio.


que se han desviado de la verdad y andan haciendo estragos en la fe de algunos al decir que la resurrección de los muertos ya ha tenido lugar.


A ella pertenecen los que se cuelan a hurtadillas en las casas y sorben el seso de mujeres incautas cargadas de pecados y agitadas por toda suerte de pasiones;


Es preciso, en efecto, que el obispo, en cuanto encargado de administrar la casa de Dios, sea irreprochable. No ha de ser arrogante, ni colérico, ni aficionado al vino, ni pendenciero, ni amigo de negocios sucios.


Debe estar firmemente anclado en la verdadera doctrina, de modo que sea capaz tanto de aconsejar en lo que respecta a la autenticidad de la enseñanza como de rebatir a quienes la combaten.


Apártate de quien fomenta divisiones después de haberlo amonestado una e incluso dos veces,


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