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Miqueas 7:3 - La Palabra (versión española)

3 Emplean sus manos para el mal: el príncipe pone exigencias para el bien, el juez se deja sobornar, el poderoso proclama su ambición.

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Biblia Reina Valera 1960

3 Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 ¡Con ambas manos son hábiles para hacer el mal! Tanto los funcionarios como los jueces exigen sobornos. La gente con influencia obtiene lo que quiere y juntos traman para torcer la justicia.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Sus manos son buenas para hacer el mal: el príncipe es exigente; el juez se deja comprar; el poderoso decide lo que le conviene.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Sus manos están adiestradas para el mal: El príncipe demanda retribución,° El juez juzga por retribución, El poderoso abriga malos deseos en su alma; Y entre ellos entretejen sus proyectos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 para hacer el mal están prontas sus manos, por hacer el bien el príncipe exige paga, el juez juzga por recompensa, el grande sigue su propio capricho: todos tejen sus tramas.

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Miqueas 7:3
26 Referans Kwoze  

El que guiña los ojos medita engaños, quien se muerde los labios ya ha hecho el mal.


El corrupto acepta soborno secreto y así tuerce el curso del derecho.


tus jefes, revoltosos compadres de ladrones, amantes de sobornos, en busca de regalos. No hacen justicia al huérfano, rehúyen la defensa de la viuda.


Que el Señor sale de su morada y piensa castigar la culpa de todo el que habita en el país: la tierra, empapada de sangre, ya no ocultará a sus muertos.


Se acosará la gente entre sí, todos atacarán a su prójimo: el joven al anciano, el plebeyo al noble.


Los farsantes recurren al mal, urdiendo acciones infames para arruinar con mentiras al pobre, al desvalido que reclama su derecho.


que absuelven al culpable por dinero y deniegan la justicia al inocente!


¿me guardarás rencor por siempre?, ¿me vas a vigilar eternamente?». Así hablabas, mientras hacías todas las maldades que podías.


Mi pueblo es un necio, ni siquiera me conoce; son gente insensata, que no recapacita; expertos en el mal, inexpertos para el bien.


Por eso, voy a dar a otros vuestras mujeres, entregaré vuestros campos a los conquistadores. Es que del pequeño al grande todos piensan en medrar; del profeta al sacerdote todos andan entre fraudes.


En ti se aceptan sobornos, que acaban en asesinatos; practicas la usura y el interés; te aprovechas de tu prójimo practicando la violencia. Y así te has olvidado de mí —oráculo del Señor Dios.


Los nobles que la habitan son como lobos que desgarran su presa, proclives al crimen, a acabar con la gente para sacar provecho de tales situaciones.


Ahí tienes a los príncipes de Israel: cada cual utiliza su poder para cometer crímenes;


Puesto que habéis embestido con el costado y el lomo, y habéis acorneado a todas las ovejas débiles hasta dispersarlas y expulsarlas,


Él me respondió: —La culpa de Israel y de Judá es enorme. El país se ha empapado de sangre y la ciudad está llena de injusticia. La gente dice: «El Señor se ha desentendido del país; por tanto, no ve nada».


Borrachos se entregan a la prostitución y sus jefes se apasionan por la ignominia.


Divierten al rey con su malicia, a los funcionarios con sus mentiras.


Conozco vuestras muchas rebeldías y vuestros innumerables pecados: aplastáis al inocente, aceptáis sobornos, atropelláis al desvalido en el tribunal.


Ayer mi pueblo se alzaba contra el enemigo, hoy arrebata túnica y manto a quienes transitan confiados al regreso de la guerra.


Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo y sus profetas vaticinan por dinero. Pero aún se apoyan en el Señor y dicen: «¿Acaso no está el Señor con nosotros? ¡No nos alcanzará la desgracia!».


Odiáis el bien y amáis el mal, arrancáis la piel a la gente y dejáis sus huesos al desnudo.


y les propuso: —¿Qué recompensa me daréis si os entrego a Jesús? Le ofrecieron treinta monedas de plata.


Así que no emitáis juicios prematuros. El Señor es quien iluminará, cuando venga, lo que se esconde en la oscuridad y quien pondrá al descubierto las secretas intenciones de cada persona. Entonces cada uno recibirá de Dios su merecido.


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