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Miqueas 7:18 - La Palabra (versión española)

18 ¿Qué Dios perdona el pecado y pasa por alto, como haces tú, las culpas al resto de su heredad? No mantendrá por siempre su ira, pues se complace en el amor.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

18 ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 ¿Dónde hay otro Dios como tú, que perdona la culpa del remanente y pasa por alto los pecados de su preciado pueblo? No seguirás enojado con tu pueblo para siempre, porque tú te deleitas en mostrar tu amor inagotable.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 ¿Qué Dios hay como tú, que borra la falta y que perdona el crimen; que no se encierra para siempre en su enojo, sino que le gusta perdonar?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 ¿Qué Dios hay como Tú, que carga° con el pecado, Y pasa por alto° la transgresión del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su indignación, Porque se complace en la compasión.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 ¿Qué Dios hay como tú, que perdona el pecado, que pasa por alto la rebeldía del resto de su heredad? No persiste por siempre en su ira, porque se complace en la misericordia.

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Miqueas 7:18
80 Referans Kwoze  

Si obraras rectamente llevarías la cabeza bien alta; pero como actúas mal el pecado está agazapado a tu puerta, acechándote. Sin embargo, tú puedes dominarlo.


y dijo: —Señor, Dios de Israel: no hay un Dios como tú ni en el cielo ni en la tierra. Tú mantienes la alianza y la fidelidad con tus siervos cuando proceden sinceramente ante ti.


Si os convertís al Señor, vuestros hermanos e hijos hallarán compasión en quienes los han deportado y podrán regresar a este país, pues el Señor es misericordioso y compasivo y no os dará la espalda, si os convertís a él.


Escucha las plegarias que tu siervo y tu pueblo, Israel, hagan hacia este lugar. Escúchalas desde el cielo, el lugar donde habitas. Escucha y perdona.


No quisieron escucharte, no se acordaron de las maravillas que hiciste en su favor; rebeldes y tozudos, se empeñaron en regresar a su situación de esclavitud. Pero tú eres un Dios que perdona, un Dios clemente y compasivo, lento a la ira y rico en amor. Así que no los abandonaste,


Como un padre quiere a sus hijos, el Señor quiere a sus fieles.


Pero eres un Dios perdonador y eres por ello venerado.


Todo mi ser proclamará: «Señor, ¿quién como tú?». Tú libras al débil del que es más fuerte, al humilde y al pobre del explotador.


Las culpas nos tienen abrumados, pero tú perdonas nuestros pecados.


Felices a quienes escoges y llevas a que habiten en tus atrios. Nos saciaremos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu Templo.


Tu justicia, oh Dios, llega hasta el cielo, tú has hecho grandes prodigios, ¿quién puede igualarse a ti?


Pero tú, mi Dios, Dios clemente y compasivo, paciente, lleno de amor y de verdad,


Tú, mi Dios, eres bueno y clemente, lleno de amor para quienes te invocan.


¿Quién en el cielo al Señor se asemeja? ¿Quién de los dioses iguala al Señor?


Señor, Dios del universo, ¿quién como tú? Poderoso eres tú, la fidelidad te envuelve.


¿Quién hay como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible por tus hazañas, autor de prodigios?


diciendo: —Señor, si de verdad gozo de tu favor, ven con nosotros, aunque seamos un pueblo testarudo. Perdónanos nuestras desobediencias y pecados, y acéptanos como propiedad tuya.


Venid y discutamos esto, —dice el Señor—. Aunque sean vuestros pecados tan rojos como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean como la púrpura, como lana quedarán.


Ningún habitante dirá que está enfermo pues habrán sido perdonados los residentes en Jerusalén.


La amargura se me ha vuelto dicha, pues has detenido mi vida al pie de una tumba vacía: has echado a tus espaldas todas mis torpes acciones.


¿Con quién compararéis a Dios, a qué imagen lo asemejaréis?


¿Con quién me compararéis? ¿Con quién me asemejaréis? —dice el Santo—.


Yo, soy yo quien borra tus crímenes y decido no acordarme de tus pecados.


Como niebla disipé tus rebeldías, igual que una nube tus pecados. Vuelve a mí, que te he redimido.


que el malvado abandone sus proyectos y la persona inicua sus planes; que se convierta al Señor misericordioso, a nuestro Dios, rico en perdón.


De tanto andar te cansabas, pero no decías: «Es inútil»; reponías fuerzas y continuabas sin cansarte.


No estaré siempre con pleitos, no me irritaré de continuo, pues ante mí sucumbiría el espíritu, el hálito de vida que he creado.


Como un joven se casa con su novia, así te desposa quien te construyó; la alegría del novio por su novia es la alegría de tu Dios por ti.


Tus santas ciudades son un desierto: Sion está desierta, Jerusalén desolada.


Saltaré de júbilo por Jerusalén, sentiré alegría por mi pueblo; no se oirán llantos en ella, ni gritos pidiendo socorro.


—Vete y proclama estas palabras en dirección al norte. Dirás: Vuelve, Israel, apóstata —oráculo del Señor—, que no os frunciré el ceño, porque yo soy bondadoso —oráculo del Señor— y no guardo rencor por siempre.


¿me guardarás rencor por siempre?, ¿me vas a vigilar eternamente?». Así hablabas, mientras hacías todas las maldades que podías.


¿No es Efraín mi hijo querido? ¿No es mi niño encantador? Cada vez que lo reprendo, vuelvo a acordarme de ello, mis entrañas se conmueven, me apiado sin falta de él —oráculo del Señor—.


Nadie enseñará a nadie diciendo: «Conoced al Señor», porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande —oráculo del Señor—; perdonaré sus culpas y ya no me acordaré de sus pecados.


Me alegraré de poder hacerles el bien; los plantaré de verdad en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma.


Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí y perdonaré todos los pecados y rebeldías que cometieron contra mí.


así que Ebedmélec salió del palacio y fue a entrevistarse con el monarca. Le dijo:


Aquellos días y en aquel momento —oráculo del Señor— buscarán en vano la culpa de Israel, no encontrarán los pecados de Judá, pues perdonaré a los que deje con vida.


Ya está llegando el tiempo —oráculo del Señor— en que voy a pedir cuentas a todos los circuncisos:


¿Creéis que me complace la muerte del malvado? —oráculo del Señor Dios—. Pues no, prefiero que se aparte de su mala conducta y viva.


Tú les dirás: Juro por mí mismo —oráculo del Señor Dios— que no me complace la muerte del malvado; solo quiero que cambie de conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra malvada conducta. ¿Por qué tenéis que morir, pueblo de Israel?


No se recordará ninguno de los pecados que cometió; puesto que ha practicado el derecho y la justicia, ciertamente vivirá.


El Señor, nuestro Dios, es compasivo y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él


¡Vuelve, Israel, al Señor tu Dios pues caíste a causa de tu iniquidad!


Yo curaré su apostasía, los amaré generosamente, pues mi cólera ya no los afecta.


Esto es lo que dice el Señor: Son tantos los delitos de Edom que no los dejaré sin castigo. Por perseguir a su hermano a punta de espada y no haber tenido compasión, manteniendo un odio implacable y perpetuo,


El Señor preguntó: «¿Qué ves Amós?». Yo respondí: «Veo una plomada». Entonces mi Dios replicó: «Pues yo aplicaré una plomada a Israel y no le toleraré [un pecado] más.


y me dijo: —¿Qué ves, Amós? Yo respondí: «Una canasta con fruta madura». El Señor me dijo: «Mi pueblo Israel está maduro», no le toleraré [un pecado] más.


y oró al Señor con estas palabras: —¡Oh, Señor! ¿Acaso no era esto lo que yo me decía mientras estaba en mi tierra? Por esto me apresuré a huir hacia Tarsis, porque yo sabía que tú eres un Dios benévolo y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor; yo sabía que te retractas del castigo.


Voy a reunirte, Jacob, todo entero; voy a congregar al resto de Israel. Los juntaré como a ovejas en redil, como a rebaño en la pradera, y producirán un rumor de multitud.


Con las cojas formaré un resto, con las alejadas una nación poderosa. Y será el Señor en el monte Sion su rey ahora y para siempre.


[El que ha de nacer] se mantendrá firme y pastoreará con la fuerza del Señor y con la majestad del Señor, su Dios. Ellos, por su parte, vivirán seguros, porque él extenderá su poder hasta los confines mismos de la tierra.


Pastorea a tu pueblo con tu cayado, al rebaño que constituye tu heredad y pasta solitario entre matorrales; que paste, como antaño, en Basán y Galaad.


El Señor, tu Dios, está contigo; él es poderoso y salva. Se regocija por ti con alegría, su amor te renovará, salta de júbilo por ti.


No hay desgracia a la vista para Jacob, ni cabe infortunio en Israel. El Señor su Dios está con él y como su rey ellos lo aclaman.


Pero ahora tenemos que hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y lo hemos encontrado».


y también que en su nombre se ha de proclamar a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, un mensaje de conversión y de perdón de los pecados.


Y ¿cuál fue la respuesta divina? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante el dios Baal.


No hay nadie comparable al Dios de Jesurún, que cabalga lleno de majestad sobre las nubes del cielo para venir en tu ayuda.


Y tened en cuenta que será juzgado sin compasión quien no practicó la compasión. La compasión, en cambio, saldrá triunfante del juicio.


Quitaron de en medio los dioses extranjeros y dieron culto al Señor que ya no pudo soportar más la aflicción de Israel.


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