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Mateo 10:36 - La Palabra (versión española)

36 de manera que los enemigos de cada uno serán sus propios familiares.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

36 ¡Sus enemigos estarán dentro de su propia casa!” .

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Biblia Católica (Latinoamericana)

36 Cada cual verá a sus familiares volverse enemigos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

36 y los enemigos del hombre son los de su propia casa.

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Mateo 10:36
14 Referans Kwoze  

Pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Su descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón.


Luego David siguió diciendo a Abisay y a todos sus servidores: —Si mi propio hijo, salido de mis entrañas, atenta contra mi vida, ¿qué no podrá hacer un benjaminita? ¡Dejadlo que maldiga, pues el Señor se lo ha mandado!


Hasta mi íntimo amigo en quien confiaba, el que comía de mi pan, me ha traicionado.


¡pero eres tú, alguien como yo, mi amigo íntimo, el que conozco!


Voy a incitar a egipcios contra egipcios, lucharán entre sí hermanos y amigos, ciudad contra ciudad, reino contra reino.


Incluso tus hermanos, tu familia, han sido contigo traidores; te van calumniando a tus espaldas. Tampoco te fíes de ellos, aunque te digan buenas palabras.


Oía a muchos murmurar: «Este es Terror-En-Derredor, denunciadlo, vamos a denunciarlo». La gente que me era más cercana andaba acechando mi traspié: «Tal vez, seducido, lo sometamos y podamos vengarnos de él».


El hijo trata con desprecio al padre, la hija se alza contra la madre y la nuera contra su suegra: los enemigos de uno son sus parientes.


Los hermanos entregarán a sus hermanos y harán que los maten. Los padres entregarán a sus hijos, y los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán.


Pedro insistió: —Jamás permitiré que me laves los pies. Jesús le respondió: —Si no me dejas que te lave, no podrás seguir contándote entre los míos.


Su hermano mayor, Eliab, oyó a David hablar con los soldados y, encolerizado contra él, le dijo: —¿A qué has venido? ¿A quién le has dejado el pequeño rebaño en el desierto? Ya conozco tu insolencia y tus artimañas, pues solo has venido para ver la batalla.


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