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Lucas 9:28 - La Palabra (versión española)

28 Unos ocho días después de esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió al monte a orar.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

28 Cerca de ocho días después, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a una montaña para orar.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

28 Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

28 Como ocho° días después de estas palabras, sucedió que° tomando a Pedro, a Juan y a Jacobo, subió al monte a orar.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

28 Unos ocho días después de estos discursos, tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

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Lucas 9:28
18 Referans Kwoze  

En pago de mi amistad, me acusan y yo no hago sino interceder por ellos.


Después de despedirla, subió al monte para orar a solas. Y todavía seguía allí él solo al llegar la noche.


Cuando Jesús vio todo aquel gentío, subió al monte y se sentó. Se le acercaron sus discípulos,


De madrugada, antes de amanecer, Jesús se levantó, salió de la ciudad y se dirigió a un lugar apartado a orar.


Cuando los hubo despedido, se fue al monte para orar.


Un día, cuando todo el pueblo se estaba bautizando, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo se abrió


Pero Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar.


Por aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios.


Fueron, pues, a la casa, y Jesús entró, sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Juan, Santiago y los padres de la niña.


En una ocasión en que Jesús se había retirado para orar a solas, los discípulos fueron a reunirse con él. Jesús, entonces, les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy yo?


Jesús subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos.


Esta será la tercera vez que os visite. Y toda disputa deberá resolverse conforme al testimonio de dos o tres testigos.


Es el mismo Cristo, que durante su vida mortal oró y suplicó con fuerte clamor, acompañado de lágrimas, a quien podía liberarlo de la muerte; y ciertamente Dios lo escuchó en atención a su actitud de acatamiento.


Cuando os anunciamos la venida gloriosa y plena de poder de nuestro Señor Jesucristo, no lo hicimos como si se tratara de leyendas fantásticas, sino como testigos oculares de su grandiosidad.


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