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Lucas 24:32 - La Palabra (versión española)

32 Entonces se dijeron el uno al otro: —¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos explicaba las Escrituras?

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Biblia Reina Valera 1960

32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

32 Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

32 Entonces se dijeron el uno al otro: '¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

32 Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

32 Se decían el uno al otro: '¿Verdad que dentro de nosotros ardía nuestro corazón cuando nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?'.

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Lucas 24:32
14 Referans Kwoze  

Que mi poema le agrade, que yo en el Señor me alegre.


ardía mi corazón dentro de mí; de tanta angustia me iba inflamando hasta que mi lengua rompió a hablar:


El hierro se aguza con hierro; la persona, en contacto con su prójimo.


Perfume e incienso alegran el corazón, consejo de amigo endulza la vida.


El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo, para saber dar al cansado una palabra de estímulo. Por la mañana estimula mi oído para que escuche como un discípulo.


Si encontraba tus palabras las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón. ¡Yo era reconocido por tu nombre: Señor, Dios del universo!


Me decía: No me acordaré más de él, no hablaré más en su nombre. Pero algo ardía en mi corazón como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos, que trataba inútilmente de apagar.


¿No es mi palabra como fuego —oráculo del Señor—, o mazo que cuartea la roca?


Y sin parábolas no les decía nada. Luego, a solas, se lo explicaba todo a sus discípulos.


Entonces abrió su mente para que comprendieran el sentido de las Escrituras.


Es el espíritu el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.


Fijaron, pues, una entrevista con él y acudieron muchos a su residencia. Desde la mañana hasta la tarde estuvo exponiéndoles el reino de Dios y, basándose en la ley de Moisés y en los escritos proféticos, trató de convencerlos acerca de Jesús.


En efecto, la palabra de Dios es fuente de vida y de eficacia; es más cortante que espada de dos filos y penetra hasta dividir lo que el ser humano tiene de más íntimo, hasta llegar a lo más profundo de su ser, poniendo al descubierto los más secretos pensamientos e intenciones.


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