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Lucas 15:28 - La Palabra (versión española)

28 El hermano mayor se irritó al oír esto y se negó a entrar en casa. Su padre, entonces, salió para rogarle que entrara.

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Biblia Reina Valera 1960

28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

28 »El hermano mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió y le suplicó que entrara,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

28 El hijo mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió a suplicarle.

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La Biblia Textual 3a Edicion

28 Y se enojó y no quería entrar. Saliendo entonces su padre, le rogaba.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

28 Entonces él se enfadó y no quería entrar. Pero su padre salió para llamarlo.

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Lucas 15:28
25 Referans Kwoze  

que decía: «No te acerques, no me toques, que estoy consagrado». Todo esto enciende mi cólera, como un fuego que arde sin parar.


Escuchad la palabra del Señor, vosotros que tembláis ante ella. Dicen vuestros hermanos, que os odian, que os detestan a causa de mi nombre: «Que el Señor muestre su gloria y veremos en qué para vuestro gozo». ¡Pues van a quedar confundidos!


Los hijos de Jonadab, hijo de Recab, cumplieron el mandato que les dio su antepasado, pero este pueblo no es capaz de hacerme caso.


A lo que Dios replicó: —¿Piensas que haces bien en enojarte por lo sucedido con el ricino? —¡Claro que hago bien en enojarme hasta desear la muerte! —respondió Jonás.


Así que, al recibirlo, se pusieron a murmurar contra el amo


Se acercó entonces a Jesús un leproso y, poniéndose de rodillas, le suplicó: —Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.


¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y vosotros os negasteis!


Al verlo, los fariseos y los maestros de la ley murmuraban: —Este anda con gente de mala reputación y hasta come con ella.


El criado le contestó: «Es que tu padre ha hecho matar el becerro cebado, porque tu hermano ha vuelto sano y salvo».


Pero el hijo le contestó: «Desde hace muchos años vengo trabajando para ti, sin desobedecerte en nada, y tú jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos.


y también que en su nombre se ha de proclamar a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, un mensaje de conversión y de perdón de los pecados.


Los fariseos y sus maestros de la ley se pusieron a murmurar y preguntaron a los discípulos de Jesús: —¿Cómo es que vosotros os juntáis a comer y beber con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación?


Al verlo, el fariseo que había invitado a Jesús se dijo para sí mismo: «Si este fuera profeta, sabría quién es y qué reputación tan mala tiene la mujer que está tocándolo».


Pero al ver los judíos tal multitud, se llenaron de envidia y trataban de contrarrestar con insultos los razonamientos de Pablo.


Pero los judíos excitaron los ánimos de las damas piadosas y distinguidas, así como de los altos personajes de la ciudad, y organizaron una persecución contra Pablo y Bernabé hasta conseguir arrojarlos de su territorio.


Llegaron, sin embargo, algunos judíos de Antioquía de Pisidia y de Iconio, que lograron ganarse a la muchedumbre, hasta el punto de que apedrearon a Pablo y lo sacaron fuera de la ciudad, dándolo por muerto.


Pero los judíos, reacios a dejarse convencer, soliviantaron a los no judíos, tratando de enemistarlos con los hermanos creyentes.


Pero insisto: ¿será que Israel no ha entendido el mensaje? Oigamos en primer lugar lo que dice Moisés: Haré que tengáis celos de un pueblo que no es mío, provocaré vuestro enojo mediante una nación no sabia.


Somos, pues, embajadores de Cristo y es como si Dios mismo os exhortara sirviéndose de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.


al impedirnos predicar a los paganos a fin de que se salven. Están así llenando permanentemente la medida de sus pecados; pero el castigo de Dios se ha abatido sobre ellos de forma definitiva.


Su hermano mayor, Eliab, oyó a David hablar con los soldados y, encolerizado contra él, le dijo: —¿A qué has venido? ¿A quién le has dejado el pequeño rebaño en el desierto? Ya conozco tu insolencia y tus artimañas, pues solo has venido para ver la batalla.


A Saúl no le gustó la copla y muy enfadado pensaba: a David le dan diez mil y a mí me dan mil. ¡Solo falta que lo hagan rey!


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