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Juan 19:39 - La Palabra (versión española)

39 También vino Nicodemo, el que con anterioridad había ido de noche a entrevistarse con Jesús, trayendo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.

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Biblia Reina Valera 1960

39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

39 Lo acompañó Nicodemo, el hombre que había ido a ver a Jesús de noche. Llevó consigo unos treinta y tres kilos de ungüento perfumado, una mezcla de mirra y áloe.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

39 También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien libras de mirra perfumada y áloe.

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La Biblia Textual 3a Edicion

39 También había ido Nicodemo (el que al principio acudió a Él de noche°), llevando una mezcla de mirra y áloe como de cien libras.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

39 Llegó también Nicodemo, aquel que al principio fue a buscar a Jesús de noche, con una mezcla de mirra y áloe como de unas cien libras de peso.

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Juan 19:39
15 Referans Kwoze  

Después ordenó a los médicos que tenía a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre Israel, y así lo hicieron.


Fue enterrado en el sepulcro que se había hecho en la Ciudad de David, colocado en un lecho lleno de diversas clases de perfumes, elaborados por expertos perfumistas. Luego encendieron en su honor una enorme pira.


Mirra, acacia y áloe impregnan tus vestiduras, entre palacios de marfil las arpas te deleitan.


he perfumado mi alcoba con mirra, con áloe y con canela.


Mi amado es una bolsa de mirra que descansa entre mis pechos.


nardo y azafrán, canela y cinamomo; con toda clase de árboles de incienso, mirra y áloe, con las más selectas especias.


Mientras despunta el día y se esfuman las sombras, iré al monte de la mirra, al otero del incienso.


No romperá la caña quebrada ni apagará el pábilo humeante hasta que haga triunfar la justicia.


Muchos que ahora son primeros, serán los últimos, y muchos que ahora son últimos, serán los primeros.


Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, le adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.


Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para embalsamar el cuerpo de Jesús.


María tomó un frasco de perfume muy caro —casi medio litro de nardo puro— y lo derramó sobre los pies de Jesús; después los secó con sus cabellos. La casa entera se llenó de la fragancia de aquel perfume.


Jesús le dijo: —¡Déjala en paz! Esto lo tenía guardado con miras a mi sepultura.


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