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Juan 18:18 - La Palabra (versión española)

18 Como hacía frío, los criados y los guardias habían encendido una hoguera y estaban allí de pie, calentándose. También Pedro se quedó de pie junto a ellos, calentándose.

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Biblia Reina Valera 1960

18 Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

18 Como hacía frío, los sirvientes de la casa y los guardias habían hecho una fogata con carbón. Estaban allí de pie, junto al fuego, calentándose, y Pedro estaba con ellos, también calentándose.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 Y los siervos y los alguaciles, que habían preparado un brasero, estaban° de pie y se calentaban, pues hacía frío. Y Pedro también estaba con ellos, de pie y calentándose.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 Estaban allí los criados y los guardias, que habían hecho unas brasas para calentarse, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos, de pie, calentándose.

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Juan 18:18
16 Referans Kwoze  

No querría estar presente en sus reuniones, ni comprometer mi honor en sus asambleas, pues cuando se enfurecieron mataron hombres, y en su crueldad desjarretaron bueyes.


Una vez allí, se metió en una cueva para pasar la noche. El Señor le dirigió la palabra, preguntándole: —¿Qué haces aquí, Elías?


Dichoso quien no sigue el consejo de los malvados, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en compañía de los necios se sienta,


Quien anda con sabios acaba sabio, el que se junta con necios acaba mal.


Pedro, que lo había seguido de lejos hasta la mansión del sumo sacerdote, se sentó con los criados a calentarse junto al fuego.


y, al ver a Pedro calentándose junto al fuego, lo miró atentamente y dijo: —Oye, tú también estabas con Jesús, el de Nazaret.


Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma de grandes gotas de sangre].


mientras Simón Pedro seguía allí de pie, calentándose. Alguien le preguntó: —¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre? Pedro lo negó diciendo: —No, no lo soy.


Así pues, Judas tomó consigo un destacamento de soldados y guardias puestos a su disposición por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, y se dirigió a aquel lugar. Además de las armas, llevaban antorchas y faroles.


Cuando llegaron a tierra, vieron un buen rescoldo de brasas, con un pescado sobre ellas, y pan.


En cuanto fueron puestos en libertad, Pedro y Juan se reunieron con los suyos y les contaron lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho.


No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres».


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