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Juan 11:19 - La Palabra (versión española)

19 muchos judíos habían ido a visitar a Marta y a María para darles el pésame por la muerte de su hermano.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

19 y mucha gente se había acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

19 y muchos judíos habían ido a la casa de Marta y de María para consolarlas por la muerte de su hermano.

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La Biblia Textual 3a Edicion

19 y muchos de los judíos habían acudido a Marta y Miriam para consolarlas° respecto al hermano.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

19 Habían venido muchos judíos a casa de Marta y María, para consolarlas por lo de su hermano.

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Juan 11:19
28 Referans Kwoze  

Todos sus hijos y sus hijas intentaban consolarlo, pero él no se dejaba consolar; al contrario, lloraba por su hijo y repetía: —Guardaré luto por mi hijo hasta que vaya a reunirme con él en el reino de los muertos.


David dijo: —Quiero mostrar a Janún, el hijo de Najás, la misma lealtad que su padre tuvo conmigo. Y envió a sus servidores para darle el pésame por su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron al país amonita,


todos los valientes se apresuraron, recogieron los cadáveres de Saúl y de sus hijos y los llevaron a Jabés. Luego enterraron sus huesos bajo la encina de Jabés y guardaron ayuno durante siete días.


Tres amigos de Job, cuando se enteraron de las desgracias que había sufrido, llegaron desde sus respectivos países. Eran Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat, que se pusieron de acuerdo para ir a compartir su pena y consolarlo.


Vinieron a visitarlo sus hermanos y hermanas, junto con viejos conocidos; comieron con él en su casa, se lamentaron y lo consolaron de la desgracia que el Señor le había enviado. Cada uno le regaló una suma de dinero y un anillo de oro.


Mejor ir a un duelo que a una fiesta, porque en duelo acaba toda vida humana, y el que aún vive debe tenerlo en cuenta.


Te han venido este par de desgracias, ¿quién hará duelo por ti? Ruina y quebranto, hambre y espada, ¿quién te podrá consolar?


Por eso yo estoy llorando y mis ojos vierten lágrimas, porque no hay quien me consuele ni quien me devuelva el ánimo. Mis hijos están atónitos por la victoria enemiga.


Pasa las noches llorando, riega el llanto sus mejillas; no hay nadie que la consuele entre todos sus amantes; sus amigos la han dejado y se le han vuelto enemigos.


Aunque escuchan mis gemidos, ¡no hay nadie que me consuele! Mi enemigo oye mi mal y celebra lo que has hecho. ¡Haz que llegue el día anunciado y corra mi misma suerte!


Su impureza está en sus ropas, no pensó en tales extremos. Su caída fue increíble y ya no hay quien la consuele. «Mira, Señor, mi desgracia y el triunfo del enemigo».


¿Con quién puedo compararte, ciudad de Jerusalén? ¿Con qué ejemplo consolarte, virgen, hija de Sion? Un mar inmenso es tu herida: ¿quién te la podrá curar?


Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras.


Sin embargo, una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte y nadie se la arrebatará.


Los judíos de Jerusalén enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era él. Y este fue su testimonio,


Un hombre llamado Lázaro había caído enfermo. Era natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta.


Los judíos que estaban en casa con María, consolándola, al ver que se levantaba y salía muy deprisa, la siguieron, pensando que iría a la tumba de su hermano para llorar allí.


Jesús, al verla llorar a ella y a los judíos que la acompañaban, lanzó un suspiro y, profundamente emocionado,


y los judíos allí presentes comentaban: —Bien se ve que lo quería de verdad.


Al ver lo que había hecho Jesús, muchos de los judíos que habían ido a visitar a María creyeron en él.


Los discípulos exclamaron: —Maestro, hace bien poco que los judíos intentaron apedrearte; ¿cómo es posible que quieras volver allá?


Alegraos con los que están alegres y llorad con los que lloran.


Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos de manera que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, gracias al consuelo que hemos recibido de Dios.


Alentaos, pues, unos a otros con esta enseñanza.


Por tanto, alentaos mutuamente y ayudaos unos a otros como ya lo hacéis.


Después enterraron sus huesos bajo el tamarisco de Jabés y guardaron ayuno durante siete días.


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