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Jeremías 51:25 - La Palabra (versión española)

25 Aquí me tienes, montaña asesina, asesina de toda la tierra —oráculo del Señor. Extenderé mi mano contra ti, te lanzaré rodando desde las peñas, te convertiré en montaña quemada.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

25 He aquí yo estoy contra ti, oh monte destruidor, dice Jehová, que destruiste toda la tierra; y extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar de las peñas, y te reduciré a monte quemado.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

25 «¡Mira, oh poderosa montaña, destructora de la tierra! Yo soy tu enemigo —dice el Señor—. Levantaré mi puño contra ti, para derribarte desde las cumbres. Cuando termine contigo, no serás más que un montón de escombros quemados.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

25 Apenas extienda mi mano contra ti te haré rodar de lo alto de las rocas y te convertiré en un cerro quemado. Jamás sacarán de ti una piedra de cimientos,

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La Biblia Textual 3a Edicion

25 He aquí Yo estoy contra ti, Oh volcán destructor, dice YHVH, Que destruyó la tierra entera. Extenderé contra ti mi brazo, Y te haré rodar por las peñas, Y haré que seas un volcán extinguido;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

25 Heme aquí contra ti, montaña destructora -oráculo de Yahveh-, que destruyes toda la tierra: extenderé mi mano contra ti, te echaré a rodar desde las rocas y te haré montaña calcinada.

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Jeremías 51:25
18 Referans Kwoze  

Y siguieron diciendo: —Vamos a edificar una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo, para hacernos famosos y para no dispersarnos por toda la tierra.


Si camino en peligro, me salvas la vida, extiendes tu mano contra mis rivales y tu diestra me pone a salvo.


Alzad una enseña en un otero, gritadles a voz en cuello, hacedles señas con la mano y que entren por las puertas de los príncipes.


Cuando se cumplan los setenta años, pediré cuentas al rey de Babilonia y a aquella nación —oráculo del Señor— por todos sus crímenes, y convertiré el país de los caldeos en desolación perpetua.


mandaré a buscar a todas las tribus del norte —oráculo del Señor— y a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y los traeré contra esta tierra y sus habitantes, y contra todos los pueblos de alrededor a los que consagraré al exterminio y convertiré en objeto de horror y burla, y en desolación perpetua.


El Señor abrió su arsenal y sacó los instrumentos de su cólera, pues tiene Dios, el Señor del universo, una tarea en el país de los caldeos.


Aquí me tienes, insolente —oráculo de Dios, Señor del universo—, que ya ha llegado tu día, el momento de rendir cuentas.


Aunque Babilonia suba hasta el cielo y ponga su fortaleza en las alturas, enviaré contra ella a los devastadores —oráculo del Señor.


Así dice el Señor del universo: La ancha muralla de Babilonia será destruida sin remedio, sus altas puertas, quemadas; ha sido inútil el esfuerzo de los pueblos, para ser pasto del fuego se afanaron las naciones.


Babilonia era una copa de oro, manejada por la mano del Señor, que emborrachaba a toda la tierra; las naciones bebían de su vino y así quedaban aturdidas.


En aquel mismo momento se cumplieron en Nabucodonosor las palabras pronunciadas: dejó de vivir entre personas y empezó a comer hierba como los toros, su cuerpo quedó empapado por el rocío del cielo, los cabellos le crecieron como plumas de águila y le salieron uñas como las de las aves.


Tú que presumes de ser una grandiosa montaña, quedarás convertida en llanura ante Zorobabel que extraerá de ella la piedra angular mientras proclaman: «¡Qué hermosa es, qué hermosa!».


Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se derrumbarán con estrépito, los elementos del mundo quedarán pulverizados por el fuego y desaparecerá la tierra con cuanto hay en ella.


El segundo ángel tocó la trompeta, y una especie de enorme montaña en llamas se precipitó en el mar. La tercera parte de las aguas del mar se convirtió en sangre;


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