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Jeremías 4:11 - La Palabra (versión española)

11 En aquel tiempo dirán a este pueblo y a Jerusalén: «Un aire sofocante llega de las dunas, avanza por el desierto camino de la capital». No es un viento para aventar o cribar,

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Viento seco de las alturas del desierto vino a la hija de mi pueblo, no para aventar, ni para limpiar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Se acerca la hora en que el Señor dirá a la gente de Jerusalén: «Mi querido pueblo, desde el desierto sopla un viento abrasador, y no la brisa suave que se usa para separar la paja del grano.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 En ese tiempo dirán a este pueblo y a Jerusalén: 'Un viento que quema y que no sirve para separar la paja del grano, sopla desde el desierto hacia la hija de mi pueblo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalem: Un viento abrasador viene de las alturas del desierto a la hija de mi pueblo, No para aventar ni para limpiar;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento ardiente de las dunas del desierto avanza hacia la hija de mi pueblo, no para aventar ni para limpiar:

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Jeremías 4:11
28 Referans Kwoze  

Hará llover sobre los malos brasas y azufre, un viento ardiente será la porción de su copa.


Por eso digo: «Dejadme en paz. Lloraré hasta la amargura. No insistáis en consolarme del desastre de mi pueblo».


Lo condenas expulsándolo con espanto, lo castigas con un viento impetuoso, como un día con viento del este.


los aventarás, el viento los dispersará, el torbellino los arrebatará consigo. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás del Santo de Israel.


No hay quien invoque tu nombre, ni se desvele por aferrarse a ti. Nos has ocultado tu rostro y nos has abandonado a nuestras culpas.


Os aventaré como paja que vuela cuando sopla el viento de la estepa.


Les comunicarás esta palabra: Mis ojos se deshacen en lágrimas, de noche y de día, sin descanso, por el terrible quebranto sufrido por la doncella, capital de mi pueblo, herida de un golpe fatal.


Ya ha estallado la tempestad del Señor, que gira sobre la cabeza de los malvados;


sino un viento poderoso a mis órdenes. Ahora es el momento de lanzar mis acusaciones contra ellos.


«¿No está el Señor en Sion? ¿No está su rey en ella?». «¿Por qué me irritaron con sus ídolos, con esas naderías extranjeras?».


¡Ojalá encontrara refugio en el desierto para abandonar y alejarme de mi pueblo, pues todos son adúlteros, banda de traidores!


Su lengua es flecha afilada, su boca profiere mentiras; desean bienestar a su prójimo, pero por dentro planean emboscadas.


El llanto seca mis ojos, mis entrañas se estremecen y la hiel se me derrama por la ruina de mi pueblo; niños y bebés sucumben por las calles del lugar.


Mis ojos son ríos de lágrimas por la capital en ruinas.


Manos tiernas de mujeres cuecen a sus propios hijos y los sirven de comida mientras cae la capital.


Hasta los chacales dan de mamar a sus cachorros; la hija de mi pueblo es cruel como avestruz del desierto.


La culpa de mi ciudad supera a la de Sodoma, arrasada en un momento sin intervención humana.


¿Prosperará aunque esté plantada? ¿No se secará cuando la azote el viento que viene del este? Se secará en el bancal donde brotó.


Pero fue arrancada con violencia y arrojada después por tierra; el viento del este la secó, fueron arrancados sus sarmientos; se secó su rama vigorosa, acabó devorada por el fuego.


Aunque prospere entre los suyos, vendrá el viento del este, el viento que el Señor hace soplar desde el desierto, un viento que secará las fuentes, agotará los manantiales y arrebatará de su tesoro todos los objetos preciosos.


Por eso serán como nube mañanera, como el rocío de madrugada que al instante se disipa; como paja que el viento arrebata de la era, o humo que sale por chimenea.


Un huracán los arrebatará con sus alas y se avergonzarán de sus sacrificios.


Luego recobran el aliento y prosiguen, no tienen más dios que su fuerza.


Pongo en pie de guerra a los caldeos, pueblo cruel e impetuoso, que merodea por toda la tierra para adueñarse de territorios ajenos.


Llega, bieldo en mano, dispuesto a limpiar su era; guardará el trigo en el granero, mientras que con la paja hará una hoguera que arderá sin fin.


Llega, bieldo en mano, dispuesto a limpiar su era; guardará el trigo en su granero, mientras que con la paja hará una hoguera que arderá sin fin.


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