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Jeremías 20:9 - La Palabra (versión española)

9 Me decía: No me acordaré más de él, no hablaré más en su nombre. Pero algo ardía en mi corazón como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos, que trataba inútilmente de apagar.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

9 Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Sin embargo, si digo que nunca mencionaré al Señor o que nunca más hablaré en su nombre, su palabra arde en mi corazón como fuego. ¡Es como fuego en mis huesos! ¡Estoy agotado tratando de contenerla! ¡No puedo hacerlo!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Por eso, decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más en su nombre, pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Y si digo: No me acordaré más de Él, Ni hablaré más en su Nombre, Siento en mi corazón un fuego abrasador, Encerrado en mis huesos, Que me esfuerzo en contener, pero no puedo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Pensé: 'No me acordaré más de él, no hablaré más en su nombre'. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos; me esforzaba en contenerlo, pero no podía.

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Jeremías 20:9
21 Referans Kwoze  

ardía mi corazón dentro de mí; de tanta angustia me iba inflamando hasta que mi lengua rompió a hablar:


¿No es mi palabra como fuego —oráculo del Señor—, o mazo que cuartea la roca?


A los profetas: Tengo roto en mi pecho el corazón, se estremecen todos mis huesos; me siento igual que un borracho, como un hombre cargado de vino; y todo a causa del Señor, a causa de sus santas palabras.


¡Ay mis entrañas, mis entrañas! ¡Cómo me tiembla el corazón! Tengo el corazón palpitando, no puedo seguir en silencio. He oído el sonido de la trompeta, el alarido que preludia la guerra;


Pues yo estoy repleto de la ira del Señor, y me siento incapaz de contenerla. Derrámala sobre los niños, en la calle; también sobre los grupos de jóvenes. Caerán a la vez marido y mujer, adultos junto con ancianos.


El espíritu me arrebató y me transportó; yo me dejé llevar enardecido, mientras el Señor dejaba sentir la fuerza de su mano sobre mí.


Después me dijo: —Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas con este libro enrollado que te doy. Yo lo comí y me supo dulce como la miel.


Si ruge el león, ¿quién no temblará? Si el Señor Dios lo manda, ¿quién no hablará en su nombre?


—Disponte a ir a la gran ciudad de Nínive y proclama un castigo contra ella, porque la noticia de su maldad ha llegado hasta mí.


Pero Jonás, queriendo eludir el mandato del Señor, decidió huir a Tarsis. Así que bajó hasta Jope, donde encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó su pasaje y se embarcó en él rumbo a Tarsis, para alejarse del Señor.


Jesús le contestó: —Nadie que ponga su mano en el arado y mire atrás es apto para el reino de Dios.


Mientras esperaba en Atenas a Silas y a Timoteo, Pablo se sentía exasperado al ver la ciudad sumida en la idolatría.


Al llegar Silas y Timoteo de Macedonia, Pablo se dedicó totalmente al anuncio del mensaje, dando testimonio ante los judíos de que no había más Mesías que Jesús.


Por nuestra parte, no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.


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