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Jeremías 2:6 - La Palabra (versión española)

6 No preguntaron: «¿Dónde está el Señor, que nos hizo subir de Egipto, que nos fue guiando por la estepa, por terrenos desérticos y quebrados, por terrenos áridos y tenebrosos, por terrenos que nadie atraviesa, por terrenos donde nadie reside?».

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Biblia Reina Valera 1960

6 Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 No preguntaron: “¿Dónde está el Señor que nos sacó a salvo de Egipto y nos guio a través del árido desierto, por una tierra desolada y llena de hoyos, una tierra de sequía y muerte, donde no vive ni viaja nadie?”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Ya no preguntan: ¿Dónde está Yavé, que nos hizo salir de Egipto y nos llevó a través del desierto, tierra de estepas y barrancas, tierra árida y tenebrosa, tierra sin habitantes y por donde no transita nadie?

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 En vez de preguntar: ¿Dónde está YHVH, Que nos hizo subir de la tierra de Egipto y nos condujo por el desierto, Por tierra desierta y despoblada, Tierra sedienta y sombría, Tierra por la cual nadie había pasado, Y en la cual nadie había habitado?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Ni siquiera preguntaron: '¿Dónde está Yahveh, que nos sacó del país de Egipto y nos condujo por el desierto, tierra esteparia y agrietada, tierra seca y tenebrosa, tierra por donde nadie pasa y donde ningún hombre mora?'.

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Jeremías 2:6
26 Referans Kwoze  

Golpeó entonces las aguas con el manto que se le había caído a Elías y exclamó: —¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías? ¿Dónde está? Volvió a golpear las aguas, que se partieron por la mitad, y Eliseo las atravesó.


Que sombrías tinieblas lo reclamen, que se ciernan sobre él nubarrones, que un eclipse lo llene de espanto.


pero no dice: «¿Dónde está mi Hacedor, que llena la noche de cantos de júbilo


Aunque camine por valles sombríos no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan.


Pienso en los días de antaño, en los años del pasado;


—Yo soy el Señor, tu Dios, el que te libró de la esclavitud de Egipto.


en todos sus peligros. No usó mensajeros ni enviados, él en persona los salvó; llevado de su amor y compasión, él mismo los rescató; los liberó y cargó con ellos todos los días de antaño.


Pero tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros el barro y tú el alfarero; todos somos obra de tus manos.


Honrad al Señor, vuestro Dios, antes de que irrumpa la oscuridad; antes de que tropiecen vuestros pies por los montes, a la hora del crepúsculo; antes de que la luz que esperáis se convierta en sombras mortales, se transforme en densa oscuridad.


Vete y proclama lo siguiente a oídos de Jerusalén: Esto dice el Señor: Recuerdo el cariño de tu juventud, el amor que me tenías de prometida: seguías mis pasos por el desierto, por tierra donde nadie siembra.


Los sacerdotes no preguntaban: «¿Dónde está el Señor?». No me conocían los expertos en la ley, los pastores se rebelaban contra mí. Los profetas profetizaban por Baal, caminaban detrás de los inútiles.


Han renegado del Señor, iban diciendo: «Es un don nadie; no nos alcanzará la desgracia, no veremos espada ni hambre;


Cuando juran «por vida del Señor», ¿acaso no juran en falso


sus ciudades quedaron desoladas, como tierra desértica y reseca; ya no habrá nadie que las habite, nadie que pase por ellas.


Huyó Jacob a la campiña de Aram; allí Israel sirvió por una mujer y por ella se hizo pastor de rebaños.


Pero yo que soy el Señor, tu Dios, desde el país de Egipto —tú no conoces a otro Dios ni tienes otro salvador fuera de mí—,


A vosotros, en cambio, os saqué de Egipto y os conduje cuarenta años por el desierto hasta conquistar el país de los amorreos.


El pueblo sumido en las tinieblas vio una luz resplandeciente; a los que vivían en país de sombra de muerte, una luz los alumbró.


Así pues, dejamos el Horeb y recorrimos todo ese inmenso y espantoso desierto que habéis visto, camino de las montañas de los amorreos, hasta que llegamos a Cadés Barnea, como el Señor nuestro Dios nos había mandado.


lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del desierto; lo envolvió en sus brazos y lo protegió, lo cuidó como a la niña de sus ojos;


Acuérdate del camino que durante cuarenta años el Señor tu Dios te hizo recorrer por el desierto para afligirte y ponerte a prueba, con el fin de conocer las inclinaciones de tu corazón y ver si cumplirías sus mandamientos.


Contestó Gedeón: —Perdón, señor mío. Si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos ocurre todo esto? ¿Dónde quedan todos esos prodigios que nos cuentan nuestros padres, cuando nos dicen que el Señor nos hizo salir de Egipto? Pero ahora el Señor nos ha abandonado, nos ha entregado en manos de Madián.


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