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Isaías 45:1 - La Palabra (versión española)

1 Así dice el Señor de su ungido, de Ciro, a quien llevo de la mano: Someteré ante él a las naciones, desceñiré los lomos de los reyes, abriré ante él las puertas, los portones no le resistirán.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán:

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Esto le dice el Señor a Ciro, su ungido, cuya mano derecha llenará de poder. Ante él, los reyes poderosos quedarán paralizados de miedo; se abrirán las puertas de sus fortalezas y nunca volverán a cerrarse.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Así habla Yavé a Ciro, su ungido: 'Yo te he llevado de la mano para doblegar a las naciones y desarmar a los reyes. Hice que las puertas se abrieran ante ti y no volvieran a cerrarse.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Así dice YHVH a su ungido, a Ciro, A quien he tomado por su diestra, Para someter ante él naciones, Y aflojar° los lomos de los reyes; Para abrir delante de él los batientes Y que las puertas no queden cerradas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Así dice Yahveh a su ungido, a Ciro, a quien tomé por la diestra, para someter ante él naciones y desatar cinturas de reyes, para abrir ante él los batientes y las puertas no queden cerradas:

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Isaías 45:1
31 Referans Kwoze  

El Señor le dijo: —Anda, vuelve por el camino por el que has venido hacia el desierto en dirección a Damasco. Cuando llegues, unge a Jazael como rey de Siria;


En el año primero de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor anunciada a través de Jeremías, despertó el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que hizo proclamar de palabra y por escrito lo siguiente:


«Esto es lo que decreta Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha comisionado para que le construya un Templo en Jerusalén, capital de Judá.


llena de desprecio a los señores, afloja el cinturón de los robustos.


Pero ahora estoy siempre contigo, tú me agarras de la mano,


Alzad una enseña en un otero, gritadles a voz en cuello, hacedles señas con la mano y que entren por las puertas de los príncipes.


He adiestrado a mis consagrados, he convocado a los soldados de mi ira, que celebran mi honor con entusiasmo.


Porque yo, el Señor tu Dios, soy quien te toma de la mano, quien te dice: Nada temas, porque yo soy tu auxilio.


¿Quién lo ha suscitado por oriente y le ofrece la victoria a cada paso, pone a su alcance a las naciones y le somete a sus reyes? Su espada los reduce a polvo, su arco los avienta como paja;


Del norte he suscitado a uno que está llegando; de oriente lo llamo por su nombre: pisoteará príncipes como barro, como pisa un alfarero la arcilla.


Yo, el Señor, te llamo con amor, te tengo asido por la mano, te formo y te convierto en alianza de un pueblo, en luz de las naciones;


el que llama a Ciro: «pastor mío»: él llevará a cabo mis propósitos, ordenará la reconstrucción de Jerusalén y la instalación de los cimientos del Templo.


Yo soy el Señor, no hay otro; no hay Dios fuera de mí. Te ciño como guerrero, aunque no me conoces,


Yo mismo he hablado y lo he llamado, lo he traído y triunfará su misión.


Ahora he puesto todos estos territorios en manos de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y hasta le he sometido los animales del campo.


Luego les dices: «Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a mandar que traigan a mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia; pondré su trono sobre estas piedras que he enterrado y desplegará encima su dosel.


La ataca un pueblo desde el norte, que dejará su tierra desolada, sin nadie que pueda habitarla, pues lo mismo personas que animales todos huirán en desbandada.


¡Espada contra los caldeos, contra los habitantes de Babilonia, contra sus nobles y sus sabios!


Afilad las flechas, embrazad los escudos; el Señor incita a los reyes de Media, porque ha decidido destruir Babilonia: es la venganza del Señor por haber destruido su Templo.


Los soldados de Babilonia ya no luchan, se quedan metidos en las fortalezas, se agota su valor, son como mujeres; el fuego consume sus edificios, sus cerrojos están destrozados.


Así dice el Señor del universo: La ancha muralla de Babilonia será destruida sin remedio, sus altas puertas, quemadas; ha sido inútil el esfuerzo de los pueblos, para ser pasto del fuego se afanaron las naciones.


En recompensa por la campaña contra Tiro, le entregaré el país de Egipto, pues trabajaron para mí —oráculo del Señor Dios—.


palideció y quedó aturdido, incapaz de sostenerse, con las rodillas temblando.


Apareció después la segunda bestia, parecida a un oso; estaba erguida sobre un costado y llevaba tres costillas en las fauces, entre los dientes. Le decían: «Vete y atibórrate de carne».


Cuando alcé la vista pude ver un carnero junto al río. Tenía dos cuernos enormes, uno más alto que otro; pero el más alto había sido el último en salir.


Pude ver también cómo el carnero embestía en tres direcciones: oeste, norte y sur. Ninguna bestia era capaz de aguantar su embestida; nadie podía sustraerse a su poder. Hacía lo que quería y su dominio crecía por momentos.


[El rey] pasa revista a sus capitanes que se atropellan en su marcha al correr hacia la muralla para asegurar el parapeto.


Las tropas que hay en tu interior son como mujeres; las puertas del país se abren de par en par ante tus enemigos y el fuego consume tus cerrojos.


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