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Isaías 30:2 - La Palabra (versión española)

2 que bajan a Egipto sin consultarme, para ampararse en el poder del faraón y refugiarse a la sombra de Egipto!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

2 Que se apartan para descender a Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Pues sin consultarme, bajaron a Egipto en busca de ayuda; pusieron su confianza en la protección del faraón y trataron de esconderse bajo su sombra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Están saliendo para Egipto, sin haberme consultado, para pedirle asilo a Faraón y refugiarse bajo la sombra de Egipto.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Que bajan a Egipto sin inquirir de mi boca,° Buscando la protección de Faraón para ampararse a la sombra de Egipto.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Bajan a Egipto, sin consultar mi oráculo, para refugiarse en la protección del Faraón, para cobijarse a la sombra de Egipto.

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Isaías 30:2
26 Referans Kwoze  

Pero Josafat preguntó: —¿No hay por aquí algún profeta del Señor al que podamos consultar?


Sin embargo, el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba contra él, pues había mandado emisarios a So, el rey de Egipto, y había dejado de enviarle el tributo anual. Por ello, lo arrestó y lo metió en prisión.


Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada, que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él. Solo eso es el faraón, el rey de Egipto, para quienes confían en él.


Danos un consejo, toma una decisión. Haz de tu sombra una noche en plena luz del día; oculta a los que escapan, no descubras al fugitivo.


¡Ay del país donde zumban enjambres, más allá de los ríos de Cus,


Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él. Solo eso es el faraón, rey de Egipto, para quienes confían en él.


¿Cómo te atreves a rechazar a uno de los subordinados de mi señor, confiando en que Egipto te va a suministrar carros y jinetes?


Ya veréis como os dicen: «Consultad a los espíritus, a los adivinos que susurran y musitan. ¿No tiene un pueblo que evocar a los muertos en favor de los vivos,


¿Qué buscas ahora camino de Egipto? ¿Beber el agua del Nilo? ¿Qué buscas camino de Asiria? ¿Beber el agua del Éufrates?


—Consulta al Señor por nosotros, ahora que Nabucodonosor, rey de Babilonia, está en guerra con nosotros. Tal vez el Señor realice a nuestro favor sus conocidos prodigios, y Nabucodonosor levante el cerco.


Los caldeos estaban sitiando Jerusalén, pero al enterarse de que el ejército del faraón había salido de Egipto, levantaron el cerco.


si decís: «No; vamos a ir al país de Egipto, donde no veremos guerras ni oiremos el toque de trompeta ni pasaremos hambre; allí nos instalaremos»,


al profeta Jeremías y le dijeron: —Acepta, por favor, nuestra súplica y consulta al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto, pues quedamos muy pocos de tantos que éramos, como tú mismo puedes comprobar.


Os engañasteis a vosotros mismos cuando me enviasteis al Señor, vuestro Dios, pidiéndome que consultara por vosotros y diciendo que os comunicara lo que decía el Señor, para ponerlo en práctica.


Desobedeciendo al Señor, se dirigieron al país de Egipto y llegaron a Tafne.


Con sus trampas dieron caza al rey, que era nuestro aliento, pues a su sombra esperábamos vivir entre las naciones.


¡Ay de ellos, pues huyeron de mí! ¡Ruina para ellos porque se han rebelado contra mí! ¡Cómo los podré liberar si solo dicen mentiras contra mí!


Han sobornado a las naciones, pero ahora yo los reuniré y muy pronto temblarán bajo la opresión del rey soberano.


Cuando acudieron a Asiria, Efraín se compró amantes, como asno salvaje desbocado.


Se presentará Josué al sacerdote Eleazar, quien consultará por él la decisión del Señor a través de los Urín cuyo dictamen seguirán tanto él como toda la comunidad israelita.


Y aunque el Señor te dijo que no volverías a recorrer el camino de Egipto, sin embargo te hará volver allí en barcos. Allí seréis ofrecidos como esclavos y esclavas a vuestros enemigos, pero nadie os querrá comprar.


Los israelitas, sin consultar previamente al Señor, aceptaron los obsequios que les traían los viajeros.


La zarza respondió a los árboles: «Si de veras venís a ungirme para que reine sobre vosotros, venid y cobijaos a mi sombra. Y si no, que brote fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano».


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