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Hechos 22:1 - La Palabra (versión española)

1 —Hermanos israelitas y dirigentes de nuestra nación, escuchad lo que ahora voy a alegar ante vosotros en mi defensa.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 «Hermanos y estimados padres —dijo Pablo—, escuchen mientras presento mi defensa».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Hermanos y padres, escúchenme, pues les quiero dar algunas explicaciones.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 'Hermanos y padres: escuchadme la defensa que ahora expongo ante vosotros'.

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Hechos 22:1
21 Referans Kwoze  

Cuando os lleven a las sinagogas o ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo habéis de hablar o qué habéis de decir en defensa propia,


En tal situación haceos el propósito de no preocuparos por vuestra defensa,


Hermanos, los que sois descendientes de Abrahán y los que, sin serlo, viven entre vosotros rindiendo culto a Dios: ved que a nosotros se nos ha confiado este mensaje de salvación.


Algunos de los presentes animaron a un tal Alejandro para que hablara en nombre de los judíos. Alejandro pidió silencio haciendo señas con la mano de que deseaba hablar al pueblo.


Con la mirada fija en los miembros del Consejo, dijo Pablo: —Hermanos: hasta el presente me he comportado siempre ante Dios con conciencia enteramente limpia.


Como Pablo sabía que entre los presentes unos eran fariseos y otros saduceos, proclamó en medio del Consejo: —Hermanos, soy fariseo, nacido y educado como fariseo. Y ahora se me juzga porque espero la resurrección de los muertos.


A una señal del gobernador, Pablo hizo uso de la palabra en estos términos: —El saber que desde hace años vienes administrando justicia a este nuestro pueblo, me anima a presentar mi defensa.


Les contesté que no es norma legal romana condenar a un acusado sin previo careo con sus acusadores y sin darle oportunidad para defenderse de los cargos.


Pablo, a su vez, se defendió diciendo: —No he cometido delito alguno ni contra la ley judía, ni contra el Templo, ni contra el emperador.


Estaba Pablo ocupado en el desarrollo de su defensa, cuando intervino Festo diciéndole en voz alta: —¡Pablo, estás loco; el mucho estudio te hace desvariar!


Tres días más tarde, Pablo convocó a todos los dirigentes judíos y, cuando estaban reunidos, les dijo: —Hermanos, nunca he sido traidor a nuestro pueblo o a nuestras tradiciones. Sin embargo, estoy preso porque los judíos me entregaron en Jerusalén a las autoridades romanas.


Esteban respondió: —Hermanos israelitas y dirigentes de nuestra nación, escuchadme: Dios se apareció en el esplendor de su gloria a Abrahán, nuestro padre, cuando aún se hallaba en Mesopotamia, antes de establecerse en Jarán,


La llevan escrita en el corazón, como lo demuestra el testimonio de su conciencia y sus propios pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden.


Esta es precisamente mi defensa frente a mis detractores.


A lo mejor estáis pensando hace un buen rato que no hacemos sino justificarnos ante vosotros. Dios es testigo de que es Cristo quien nos impulsa a hablar, y de que todo esto, queridos míos, es para vuestro provecho espiritual.


Fijaos, en efecto, en los frutos que esa tristeza conforme a la voluntad de Dios ha producido en vosotros: ¡Qué forma de preocuparos, de presentar excusas, de sentiros indignados por lo sucedido, y al mismo tiempo, asustados! ¡Qué añoranza por verme, qué interés por resolver el asunto, qué impaciencia por hacer justicia! Habéis demostrado, hasta donde es posible, que no sois culpables de lo sucedido.


Estos otros, en cambio, al anunciar a Cristo se dejan llevar de la ambición y de turbios intereses, pensando que con ello hacen más dura mi prisión.


¿Acaso no está justificado esto que siento por vosotros? Os llevo muy dentro del corazón, ya que todos vosotros compartís conmigo este privilegio mío de la prisión y de poder defender y consolidar el evangelio.


En la primera vista de mi causa ante el tribunal, ninguno me asistió; todos me desampararon. ¡Que Dios no se lo tenga en cuenta!


Glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones. Pero, eso sí, hacedlo con dulzura y respeto,


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