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Hechos 10:1 - La Palabra (versión española)

1 Vivía en Cesarea un romano llamado Cornelio, capitán del batallón que llevaba el nombre de «el Itálico».

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 En Cesarea vivía un oficial del ejército romano llamado Cornelio, quien era un capitán del regimiento italiano.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Vivía en la ciudad de Cesarea un hombre llamado Cornelio, que era un capitán del batallón Itálico.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 En Cesarea, cierto varón de nombre Cornelio, centurión de la cohorte llamada la Italiana,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte 'Itálica',

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Hechos 10:1
19 Referans Kwoze  

Acto seguido, los soldados del gobernador introdujeron a Jesús en el palacio y, después de reunir toda la tropa a su alrededor,


El oficial del ejército romano y los que estaban con él vigilando a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que estaba sucediendo, exclamaron sobrecogidos de espanto: —¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!


Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio, es decir, al pretorio. Reunieron allí a toda la tropa,


El asistente de un oficial del ejército romano, a quien este último estimaba mucho, estaba enfermo y a punto de morir.


La tropa, con su comandante al frente, y los guardias judíos arrestaron a Jesús y lo maniataron.


Así pues, Judas tomó consigo un destacamento de soldados y guardias puestos a su disposición por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, y se dirigió a aquel lugar. Además de las armas, llevaban antorchas y faroles.


Un día después llegaron a Cesarea, donde Cornelio estaba ya esperándolos junto con sus familiares y amigos íntimos.


Estaban dispuestos a matarlo, cuando llegó al comandante de la guarnición la noticia de que toda Jerusalén estaba alborotada.


Marchamos al día siguiente a Cesarea y fuimos a ver a Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos en su casa.


Pero cuando lo estaban amarrando con las correas, Pablo dijo al oficial allí presente: —¿Tenéis derecho a azotar a un ciudadano romano sin juzgarlo previamente?


Seguidamente llamó a dos oficiales y les dio estas instrucciones: —Hay que salir para Cesarea a partir de las nueve de la noche. Tened preparada al efecto una escolta compuesta por doscientos soldados de infantería, setenta de caballería y doscientos lanceros.


A su llegada a Cesarea, estos hicieron entrega de la carta al gobernador y dejaron a Pablo en sus manos.


A los tres días de entrar en funciones como gobernador de la provincia, Festo se trasladó de Cesarea a Jerusalén.


Transcurridos unos días, llegaron a Cesarea el rey Agripa y Berenice para saludar a Festo.


Cuando se decidió que debíamos embarcar para Italia, entregaron a Pablo, con algunos otros prisioneros, a la custodia de un oficial llamado Julio, que era capitán de la compañía denominada «Augusta».


Pero Pablo dijo al oficial y a los soldados: —Si estos no permanecen a bordo, no podréis salvaros vosotros.


Pero el oficial, queriendo salvar la vida de Pablo, les impidió llevar a cabo su propósito. Ordenó que quienes supieran nadar saltaran los primeros por la borda y ganaran la orilla;


Felipe, a su vez, se encontró en Azoto, circunstancia que aprovechó para anunciar el evangelio en las ciudades por las que fue pasando hasta llegar a Cesarea.


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