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Génesis 2:17 - La Palabra (versión española)

17 excepto del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque el día en que comas de él, tendrás que morir.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 excepto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Si comes de su fruto, sin duda morirás».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 pero no comerás del árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comas de él, ten la seguridad de que morirás.

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comerás de él, porque el día que comas de él, ciertamente° morirás.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, pues el día en que comas, morirás sin remedio'.

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Génesis 2:17
43 Referans Kwoze  

Dios, el Señor, hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y de frutos apetitosos. Además, hizo crecer el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.


Pero ahora devuélvele la mujer a ese hombre. Él es un profeta, y va a interceder en favor tuyo para que salves tu vida. Pero, si no se la devuelves, ten por seguro que tú y los tuyos moriréis.


Entonces Dios, el Señor, le preguntó: —¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te prohibí comer?


Al hombre le dijo: —Como hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol del que te prohibí comer, la tierra va a ser maldita por tu culpa; con fatiga sacarás de ella tu alimento durante todo el tiempo de tu vida;


Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste formado, pues eres polvo, y al polvo volverás.


Porque el día que salgas y cruces el torrente Cedrón, ten por seguro que irremediablemente morirás y tú serás el responsable.


mandó llamar a Simeí y le dijo: —¿No te hice jurar por el Señor y te advertí que el día que salieses y fueses a cualquier sitio podías tener la seguridad de que morirías irremediablemente, y tú me respondiste que estabas de acuerdo y que te dabas por avisado?


Cuando Jeremías terminó de transmitir todo lo que el Señor le había ordenado decir al pueblo, los sacerdotes y profetas lo detuvieron y le dijeron: —Eres reo de muerte.


prestar a interés sacando provecho de ello, tal persona no vivirá. Por haber cometido todas esas abominaciones, será condenada a muerte y solo ella será la responsable.


¿No veis que no me complace la muerte de nadie? —oráculo del Señor Dios—. Convertíos y viviréis.


Todas las personas me pertenecen, lo mismo un padre que su hijo. Y la persona que peque, morirá.


Y si digo al malvado: «Eres reo de muerte», pero se arrepiente de sus pecados y comienza a practicar el derecho y la justicia:


Si digo al malvado: «Eres reo de muerte», pero tú no lo alertas para que abandone su conducta, el malvado morirá por su propia culpa, mas yo te pediré cuentas de su muerte.


Porque el Señor los había condenado a morir en el desierto y, en efecto, ninguno de ellos sobrevivió, salvo Caleb, hijo de Jefuné, y Josué, hijo de Nun.


Conocen de sobra la sentencia de Dios que declara reos de muerte a quienes hacen tales cosas y, sin embargo, no solo las hacen, sino que incluso aplauden el que otros las hagan.


Sabéis de sobra que, si os ponéis al servicio de alguien dispuestos a obedecerle, os convertís en sus esclavos: esclavos del pecado que os llevará a la muerte, o bien esclavos de la obediencia a Dios que os llevará a vivir correctamente.


Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don que Dios nos hace es la vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.


pues la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.


En efecto, del mismo modo que, al compartir la naturaleza de Adán, toda la humanidad está sujeta a la muerte, en cuanto injertados en Cristo, todos retornarán a la vida.


El aguijón de la muerte es el pecado, y el pecado ha desplegado su fuerza con ocasión de la ley.


Por el contrario, cuantos viven pendientes de cumplir la ley están bajo el peso de una maldición. Así lo dice la Escritura: Maldito sea quien no cumpla constantemente todo lo escrito en el libro de la ley.


y lo que queda al descubierto, se convierte, a su vez, en luz. Por eso se dice: «Despierta tú que estás dormido, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo».


¡Maldito sea quien no cumpla y ponga en práctica los mandamientos de esta ley! Y el pueblo a una responderá: ¡Amén!


Hoy te propongo que escojas entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal.


Pongo hoy como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige la vida y viviréis tú y tu descendencia.


Y muertos estabais a causa de vuestros delitos y de vuestra condición de paganos. Pero ahora, Dios os ha vuelto a la vida con Cristo y nos ha perdonado todos nuestros pecados.


En cambio, la de conducta licenciosa, aunque parezca viva, está muerta.


Semejante pasión concibe y da a luz al pecado; y este, una vez cometido, origina la muerte.


Hay hermanos que cometen pecados que no llevan a la muerte. Debemos orar por ellos para que Dios les dé la vida. Pero solo si se trata de pecados que no llevan a la muerte. En cambio, no mando rogar por quien comete el pecado que lleva a la muerte.


Quien tenga oídos, preste atención a lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no será presa de la segunda muerte.


Y la muerte y el abismo fueron después arrojados al lago de fuego, es decir, a la segunda muerte.


¡Dichosos quienes Dios ha elegido para tomar parte en ella! La segunda muerte no hará presa en ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él los mil años.


Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los embaucadores están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, es decir, a la segunda muerte.


—fue solo para que las generaciones de los israelitas aprendieran el arte de la guerra; porque antes no la conocían—:


Porque os juro por el Señor, el Salvador de Israel, que, aunque se trate de mi hijo Jonatán, tendrá que morir. Pero ninguno de los presentes le respondió.


Saúl sentenció: —Que Dios me castigue si no mueres, Jonatán.


Pero mientras el hijo de Jesé siga vivo sobre la tierra, ni tú ni tu reino estaréis seguros. Así que manda a capturármelo, porque está condenado a muerte.


El rey le dijo: —Te aseguro, Ajimélec, que tú y toda tu familia vais a morir.


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