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Génesis 11:7 - La Palabra (versión española)

7 Será mejor que bajemos a confundir su lengua para que no se entiendan entre ellos mismos».

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Vamos a bajar a confundirlos con diferentes idiomas; así no podrán entenderse unos a otros».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 ¡Vamos!, descendamos ya y confundamos allí su lengua para que nadie entienda el lenguaje de su compañero.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Bajemos, pues, y confundamos allí su lenguaje para que no se entiendan entre sí'.

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Génesis 11:7
20 Referans Kwoze  

Dijo entonces Dios: —Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza para que domine sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.


Estos fueron los descendientes de Cam, según sus clanes e idiomas, territorios y naciones.


Estos son los clanes de los descendientes de Noé, según sus genealogías y naciones. A partir de estos clanes, las naciones se extendieron sobre la tierra después del diluvio.


Estos fueron los descendientes de Jafet que poblaron las costas, según sus clanes e idiomas, territorios y naciones.


El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los seres humanos estaban construyendo


Después, Dios, el Señor, se dijo: «El ser humano es ya como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; para ser inmortal solo le falta extender la mano y comer del fruto del árbol de la vida».


Como José les había hablado valiéndose de un intérprete, no sabían que él entendía todo lo que ellos decían.


retira la palabra a los confidentes, deja sin discreción a los ancianos;


El que habita en el cielo se ríe, el Señor se burla de ellos.


El Señor frustra los planes de las naciones, hace fracasar los proyectos de los pueblos;


Tú, mi Señor, destrúyelos, haz que su lengua se confunda, porque he visto violencia y discordia en esta ciudad.


El Señor le respondió: —¿Quién le ha dado la boca al ser humano? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿Acaso no he sido yo, el Señor?


Ya no verás al pueblo insolente, al pueblo de lenguaje oscuro y raro, de una lengua extraña, incomprensible.


Oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Contesté: «Yo mismo. Envíame».


Voy a traer contra vosotros, gente de la casa de Israel, un pueblo de tierras lejanas —oráculo del Señor—, un pueblo vetusto y antiguo, un pueblo cuya lengua desconoces, y no entenderás lo que diga.


Supongamos que toda la comunidad de creyentes se reúne en asamblea y que todos se expresan en ese lenguaje misterioso. Si en ese momento entra un simple fiel o un no creyente, pensará que estáis locos.


El Señor hará que se levante contra ti una nación muy lejana, cuyo idioma no podrás entender; vendrá de los confines de la tierra, veloz como un águila.


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