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Éxodo 3:7 - La Palabra (versión española)

7 El Señor continuó diciendo: —He visto la angustiosa situación de mi pueblo en Egipto, he escuchado los gritos de dolor que le causan sus opresores y conozco sus calamidades.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Luego el Señor le dijo: —Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. He oído sus gritos de angustia a causa de la crueldad de sus capataces. Estoy al tanto de sus sufrimientos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Yavé dijo: 'He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos,

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Luego dijo YHVH: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor por causa de sus opresores, porque conozco sus padecimientos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Dijo Yahveh: 'He visto muy bien el sufrimiento de mi pueblo en Egipto y he oído las quejas que le arrancan los capataces de obras. Conozco bien sus angustias.

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Éxodo 3:7
31 Referans Kwoze  

Y siguió diciendo: —Estás embarazada y darás a luz un hijo a quien pondrás el nombre de Ismael, porque el Señor escuchó tu aflicción.


que bajaré a ver si sus acciones se corresponden con la denuncia que contra ellas ha llegado a mí. Si es o no así, lo averiguaré.


Dios escuchó al niño llorar, y desde el cielo el mensajero de Dios llamó a Agar y le dijo: —¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño que está ahí.


Lía quedó embarazada y dio a luz un hijo, al que llamó Rubén, pues dijo: —El Señor ha visto mi aflicción; ahora mi marido me amará.


Y él me dijo: «Echa una mirada y verás como todos los machos que cubren a las ovejas son rayados, manchados o moteados, porque he visto todo lo que Labán te ha estado haciendo.


Si el Dios de mi padre —el Dios de Abrahán, el Terror de Isaac— no hubiera estado conmigo, es bien seguro que me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y anoche salió en mi defensa.


Salvas al pueblo humillado y tu mirada abate a los altivos.


Pero Joacaz suplicó al Señor y el Señor lo escuchó, pues había visto cómo oprimía el rey de Siria a los israelitas.


—Vuelve y dile a Ezequías, el jefe de mi pueblo: «Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a curarte, y dentro de tres días podrás ir al Templo del Señor.


Tú viste cómo sufrían nuestros antepasados en Egipto, escuchaste en el mar de las Cañas su clamor.


Pero él se fijó en su angustia, escuchó su clamor


Las palabras del Señor son palabras puras, plata aquilatada en un crisol de barro, que ha sido refinada siete veces.


Cuando mi ánimo desfallece, tú sabes por dónde camino; en la senda que recorro, una trampa me han tendido.


Él cumple el deseo de sus fieles, escucha su grito y los salva.


Porque no despreció ni rechazó el dolor del afligido; no le ocultó su rostro, sino que lo escuchó cuando clamaba.


Yo busqué al Señor y me respondió, me libró de todos mis miedos.


Clama el humilde y el Señor lo escucha, de todas sus angustias lo salva.


Señor, tú lo has visto, no te quedes callado; Dios mío, no te alejes de mí.


para que pueda proclamar tus alabanzas y alegrarme en tu salvación a las puertas de Sion.


Entonces les impusieron capataces que los sometían a trabajos muy duros. Y así fue cómo construyeron para el faraón las ciudades de almacenamiento de Pitón y Ramsés.


Subió por entonces al trono de Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José,


Mi ira se encenderá contra vosotros y haré que muráis a espada. Entonces serán vuestras mujeres y vuestros hijos quienes se quedarán viudas y huérfanos.


pues si realmente es así, dame a conocer tus intenciones para que sepa que confías en mí. Recuerda que esta gente es tu pueblo. El Señor respondió:


Los capataces y los inspectores de las obras salieron y dijeron al pueblo: —El faraón ha ordenado que en adelante no se os proporcione paja.


Aquel mismo día el faraón dio a los capataces del pueblo y a los inspectores de las obras las siguientes instrucciones:


en todos sus peligros. No usó mensajeros ni enviados, él en persona los salvó; llevado de su amor y compasión, él mismo los rescató; los liberó y cargó con ellos todos los días de antaño.


Nosotros clamamos al Señor que oyó nuestro clamor y envió un ángel que nos sacó de Egipto. Ahora estamos en Cadés, ciudad cercana a tus fronteras.


He comprobado cómo mi pueblo sufre en Egipto, he escuchado sus lamentos y me dispongo a librarlos. Así que ahora prepárate, pues voy a enviarte a Egipto.


Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, excepto el pecado, ha experimentado todas nuestras pruebas.


—Mañana a estas horas te enviaré a un hombre de la región de Benjamín y tú lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel. Él defenderá a mi pueblo del poder de los filisteos, pues he visto el sufrimiento de mi pueblo y me han llegado sus lamentos.


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