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Éxodo 3:15 - La Palabra (versión española)

15 Les dirás también: «Yahweh, el Dios de nuestros antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre eterno: así me llamaréis de generación en generación».

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Biblia Reina Valera 1960

15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

15 Dios también le dijo a Moisés: —Así dirás al pueblo de Israel: “Yahveh, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre eterno, el nombre que deben recordar por todas las generaciones”.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

15 Y también les dirás: YAVE, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado. Este será mi nombre para siempre, y con este nombre me invocarán de generación en generación.

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La Biblia Textual 3a Edicion

15 Dijo además ’Elohim a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: YHVH, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi Nombre para siempre jamás, y éste es mi memorial de generación en generación.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

15 Y siguió diciendo Dios a Moisés: 'Así hablarás a los israelitas: 'Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi nombre para siempre; éste es mi título de generación en generación'.

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Éxodo 3:15
41 Referans Kwoze  

Así que oró diciendo: —Señor, Dios de mi amo Abrahán, haz que me vaya bien en este día y muéstrate bondadoso con mi amo Abrahán.


el pacto que selló con Abrahán, el juramento que hizo a Isaac


Señor Dios de nuestros antepasados Abrahán, Isaac e Israel, conserva siempre en el corazón de tu pueblo estas actitudes e intenciones y encamina sus corazones hacia ti.


Había allí un profeta del Señor, llamado Obed, que salió al encuentro del ejército, cuando llegaba a Samaría, y les dijo: —El Señor, Dios de vuestros antepasados, enfurecido contra Judá, los ha entregado en vuestro poder. Pero vosotros los habéis matado con una saña que clama al cielo.


Pero tú, Señor, reinas por siempre, tu recuerdo dura por generaciones.


Tú te alzarás, te apiadarás de Sion, que es hora ya de apiadarse de ella, que el plazo ya se ha cumplido.


Señor, tu nombre es eterno, tu fama perdura por generaciones.


Cantad al Señor los que le sois fieles, alabad su santo nombre,


pues es pasajera su ira y eterna su bondad: quien de noche se retira llorando, por la mañana es un clamor de alegría.


Padre de los huérfanos, defensor de las viudas es Dios en su santa morada.


Que su fama dure por siempre, que perdure por siempre bajo el sol; que en su nombre se bendiga, que todas las naciones lo elogien.


bendito sea su glorioso nombre por siempre, que llene su gloria la tierra entera. ¡Amén, amén!


El Señor es mi fortaleza y mi refugio, él fue mi salvación. Él es mi Dios, por eso lo alabaré; es el Dios de mi padre, por eso lo ensalzaré.


El Señor es un guerrero, su nombre es «Señor».


Moisés le respondió: —De acuerdo, me presentaré ante los israelitas y les diré: «El Dios de vuestros antepasados me envía a vosotros»; pero si ellos me preguntan cuál es su nombre, ¿qué les responderé?


Y añadió: —Yo soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Moisés, sintió miedo de mirar a Dios y se tapó la cara.


Moisés replicó: —No me creerán, ni me escucharán; dirán que no se me ha aparecido el Señor.


—De este modo —añadió el Señor— creerán que el Señor, el Dios de tus antepasados, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se te ha aparecido.


Dios habló a Moisés y le dijo: —Yo soy el Señor.


El nombre del Señor es fortaleza, a ella acude el justo para protegerse.


Echamos de menos, Señor, tu forma de hacer justicia; anhelamos tu nombre y tu recuerdo.


Yo soy el Señor, así me llamo, y no cedo a nadie esa gloria, ni ese honor a los ídolos.


¿Dónde el que puso su glorioso poder al servicio del brazo de Moisés; el que hendió las aguas ante ellos creándose fama perpetua;


Para aumentar el señorío con una paz sin fronteras sobre el trono de David; lo asentará en todo su territorio con seguridad y firmeza, con justicia y con derecho, desde ahora y para siempre. El celo del Señor del universo piensa ejecutar todo esto.


—Así dice el Señor, el Creador, el que da forma y consolida todo, el que tiene como nombre «el Señor»:


Te alabo y te doy gracias, Dios de mis antepasados, pues me das sabiduría y poder, me revelas lo que habíamos pedido y me manifiestas el asunto del rey.


luchó con un ángel y lo venció. Luego lloró y pidió compasión; Dios lo encontró en Betel y allí habló con nosotros.


El Señor es Dios del universo; su nombre es el Señor.


y pronunció de manera blasfema el nombre divino. Su madre se llamaba Selomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan.


Otros pueblos caminan en nombre de su dios, nosotros lo hacemos en nombre del Señor que es nuestro Dios por siempre jamás.


Yo, el Señor, no cambio, pero vosotros no habéis dejado de ser hijos de Jacob.


Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Pues bien, él es Dios de vivos y no de muertos.


El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha colmado de honor a Jesús, su siervo, a quien, por cierto, vosotros mismos entregasteis a las autoridades y rechazasteis ante Pilato cuando ya este había decidido ponerlo en libertad.


Yo soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob. Temblando de miedo, Moisés ni siquiera se atrevía a mirar.


¡Que el Señor, el Dios de vuestros antepasados, os haga mil veces más numerosos todavía y os bendiga como os ha prometido!


«Nadie de esta generación perversa verá esta tierra fértil que juré dar a vuestros antepasados.


Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que os enseño a cumplir, para que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que os da el Señor, Dios de vuestros antepasados.


Pero ahora suspiraban por una patria mejor, la patria celestial. Precisamente por eso, al haberles preparado una ciudad, no tiene Dios reparo en que lo llamen «su Dios».


Jesucristo es siempre el mismo, ayer, hoy y por toda la eternidad.


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