El Señor le dijo: —Sal y quédate de pie sobre el monte ante el Señor, que el Señor va a pasar. Vino un viento huracanado y violento que sacudía los montes y quebraba las peñas delante del Señor, pero el Señor no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto.
Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se presentaron en masa ante Aarón y le dijeron: —Anda, haznos un dios que nos guíe pues no sabemos qué le habrá pasado a ese Moisés, el hombre que nos sacó de Egipto.
Y allí permaneció Moisés con el Señor durante cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. Y escribió sobre las tablas las cláusulas de la alianza, es decir, las Diez Palabras.
Moisés le respondió: —En cuanto salga de la ciudad, alzaré mis manos al Señor; los truenos y el granizo cesarán; así reconocerás que la tierra es del Señor.
Pero tú quédate aquí conmigo, y te daré a conocer todos los estatutos, normas y decretos que deberás enseñarles, para que los observen en la tierra que les voy a dar en herencia.
Luego me postré ante el Señor, como ya hiciera antes, y durante cuarenta días y cuarenta noches estuve sin comer ni beber, por causa del gran pecado que habíais cometido haciendo lo que el Señor reprueba y provocando así su ira.
Cuando subí al monte Horeb para recibir las tablas de piedra, las tablas de la alianza que el Señor sellaba con vosotros, yo permanecí arriba, en el monte, cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber.