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Ester 4:1 - La Palabra (versión española)

1 Cuando Mardoqueo se enteró de lo ocurrido, se rasgó la ropa, se vistió de sayal y se echó ceniza por encima y salió a la calle gritando con enorme angustia.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 Luego que supo Mardoqueo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad clamando con grande y amargo clamor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Cuando Mardoqueo se enteró de todo lo que había ocurrido, se rasgó su ropa, se vistió de tela áspera, se arrojó ceniza y salió por la ciudad llorando a gritos con un amargo lamento.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Al enterarse Mardoqueo de esas determinaciones rasgó su ropa, se puso un saco y se cubrió de ceniza, luego salió a recorrer la ciudad lanzando gritos desgarradores.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Mardoqueo supo todo lo que se había hecho. Entonces Mardoqueo rasgó sus vestidos y se vistió de saco° y de ceniza, y entró al medio de la ciudad,° y allí clamó amargamente.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Cuando Mardoqueo supo todo lo que estaba ocurriendo, rasgó sus vestiduras, se vistió de sayal, se cubrió de ceniza y salió por toda la ciudad, clamando con grandes y amargos clamores,

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Ester 4:1
27 Referans Kwoze  

Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito atroz, lleno de amargura, y le suplicó: —¡Dame tu bendición a mí también, padre!


Entonces Jacob rasgó sus vestiduras, se vistió de luto y por mucho tiempo hizo duelo por su hijo.


Entonces David rasgó sus vestiduras, al igual que sus hombres.


Entonces Tamar se echó tierra en la cabeza, rasgó la túnica que llevaba puesta y se marchó dando gritos con las manos sobre la cabeza.


Así llegó hasta la entrada del palacio real, pero no pudo pasar porque estaba prohibido entrar vestido de esa manera.


En cada provincia adonde llegaban el edicto y la orden real, llegaba también la aflicción para los judíos, quienes manifestaban su dolor ayunando, llorando y gimiendo. Muchos se vestían de sayal y se tendían sobre ceniza.


Job se levantó, se rasgó la ropa, se afeitó la cabeza, se echó por tierra


Job, sentado en el polvo, se rascaba con una tejuela.


por eso, me retracto y me arrepiento, tumbado en el polvo y la ceniza.


Gritan Jesbón y Elalé, hasta Jahas llega su voz; tiemblan los lomos de Moab, se le entrecorta el aliento.


Por eso digo: «Dejadme en paz. Lloraré hasta la amargura. No insistáis en consolarme del desastre de mi pueblo».


Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus ropas, se vistió de sayal y fue al Templo del Señor.


Al mismo tiempo envió al mayordomo de palacio, Eliaquín, al secretario Sobná y a los sacerdotes más ancianos, vestidos de sayal, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós,


¿Creéis que es este el ayuno que deseo cuando uno decide mortificarse: que mueva su cabeza como un junco, que se acueste sobre saco y ceniza? ¿A esto llamáis ayuno, día agradable al Señor?


En cuanto a ti, hijo de hombre, lanza gemidos sujetándote los riñones, lanza amargos gemidos en su presencia.


Pero el Señor me dirigió estas palabras:


Me dirigí al Señor, mi Dios, implorándole con oraciones y súplicas, ayunando, vestido de sayal y cubierto de ceniza.


Por eso me lamentaré y haré duelo, caminaré descalzo y desnudo, aullaré como hacen los chacales y gemiré como las avestruces.


Se acerca el gran día del Señor, rápidamente se aproxima; en ese día se alzará un gran clamor, hasta el valiente quedará angustiado.


—¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han realizado en medio de vosotras, ya hace mucho tiempo que sus habitantes se habrían convertido, y lo habrían demostrado con luto y ceniza.


Pero al darse cuenta de ello, los apóstoles Bernabé y Pablo rasgaron sus vestidos en señal de desaprobación y corrieron hacia la multitud gritando:


Josué se rasgó las vestiduras, se postró en adoración delante del Arca del Señor hasta la tarde, y con él los ancianos de Israel; todos esparcieron polvo sobre sus cabezas.


Será entonces cuando yo envíe a mis dos testigos, para que, austeramente vestidos, proclamen el mensaje profético de Dios durante mil doscientos sesenta días.


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