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Daniel 5:6 - La Palabra (versión española)

6 palideció y quedó aturdido, incapaz de sostenerse, con las rodillas temblando.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 y el rostro se le puso pálido del susto. Le temblaron las rodillas a causa del miedo y se le aflojaron las piernas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 e inmediatamente cambió de color: estaba espantado, todo su cuerpo y todos sus miembros temblaban.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Entonces el rey palideció, y la mente se le turbó, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban una contra otra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Entonces al rey se le mudó el color del rostro, sus pensamientos le aterraron, se le relajaron las articulaciones de las caderas y sus rodillas chocaban una contra otra.

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Daniel 5:6
21 Referans Kwoze  

Me diluyo como el agua, mis huesos se desencajan, mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas;


que se queden ciegos y no vean, que sin cesar tiemble su espalda.


Fortaleced las manos débiles, asegurad las rodillas vacilantes;


Ni se cansa ni tropieza, ni dormita ni se duerme; no se quita el cinturón de sus lomos, ni se suelta el cordón de su calzado.


Al oír la noticia, le flaquean las fuerzas al rey de Babilonia: lo atenaza la angustia, dolores de parturienta.


—Hijo de hombre, ponte mirando hacia Jerusalén, pronuncia tus palabras en dirección al santuario y profetiza contra la tierra de Israel.


Todas las manos se debilitan, todas las rodillas flaquean;


El año segundo de su reinado, Nabucodonosor tuvo unos sueños que turbaron su espíritu y no le dejaban dormir.


Entonces Nabucodonosor, henchido de cólera y con el rostro demudado por la respuesta de Sadrac, Mesac y Abednegó, ordenó que encendiesen el horno siete veces más fuerte que de costumbre,


eres tú, majestad. Te has hecho grande y poderoso: tu grandeza ha llegado hasta el cielo y tu poder se ha expandido por los confines de la tierra.


Al final se presentó ante mí Daniel, apodado Baltasar en referencia al nombre de mi dios y partícipe del espíritu de los dioses santos. Y yo le relaté mi sueño:


En aquel momento apareció una mano humana que, con sus dedos, se puso a escribir, a la luz del candelabro, en la cal de la pared del palacio real. Cuando el rey vio la mano que escribía,


Aquí termina el relato. Yo, Daniel, quedé preocupado con todas las ideas que me bullían y hasta se me mudó el color del semblante, al tiempo que guardaba en mi corazón todas aquellas cosas.


¡Saquead la plata, saquead el oro! El tesoro es magnífico, los objetos preciosos incontables.


Así pues, armaos de valor y no os dejéis vencer por el cansancio,


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