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Apocalipsis 9:20 - La Palabra (versión española)

20 A pesar de todo, quienes no fueron aniquilados por estas calamidades, se negaron a cambiar de conducta. Siguieron adorando a los demonios, a los ídolos de oro, plata, bronce, madera y piedra, dioses que no pueden ver, ni oír, ni caminar.

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Biblia Reina Valera 1960

20 Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

20 Sin embargo, los que no murieron en esas plagas aun así rehusaron arrepentirse de sus fechorías y volverse a Dios. Siguieron rindiendo culto a demonios y a ídolos hechos de oro, plata, bronce, piedra y madera, ¡ídolos que no pueden ni ver ni oír ni caminar!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

20 Pero los sobrevivientes, los que no fueron exterminados por estas plagas, no renunciaron a sus prácticas: continuaron adorando a los demonios, con esos ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, que no pueden ver, oír ni caminar.

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La Biblia Textual 3a Edicion

20 Y el resto de los hombres, los que no fueron muertos por estas plagas, tampoco se arrepintieron de las obras de sus manos, para dejar de adorar° a los demonios, y a los ídolos de oro y de plata, y de bronce y de piedra y de madera, los cuales no pueden ver, ni oír, ni andar.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 El resto de los hombres, los que no fueron exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras de sus manos, de modo que no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro y de plata y de bronce y de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar.

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Apocalipsis 9:20
43 Referans Kwoze  

Puesto que me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi indignación con todas sus acciones, mi cólera arderá contra este lugar y no se apagará».


Incluso en los momentos del asedio el rey Ajaz aumentó su infidelidad al Señor,


Puesto que me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi indignación con todas sus acciones, mi cólera estallará contra este lugar y no se apagará».


Sacrificaron a sus hijos y a sus hijas a demonios;


Y se llenó su país de ídolos, adoraban la obra de sus manos, la que modelaron sus dedos.


El escultor anima al orfebre, el forjador al que golpea el yunque; le dice: «Va bien la soldadura», y la sujeta bien fuerte con clavos.


Expondré mis cargos contra ellos, por el mal que hicieron olvidándome, quemando incienso a otros dioses, adorando a las obras de sus manos.


No vayáis detrás de dioses extranjeros, sirviéndolos y adorándolos, y no me irritéis con vuestras obras; así tampoco os trataré mal».


Además me irritáis con vuestras obras, pues quemáis ofrendas de incienso a dioses extraños en el país de Egipto, al que habéis venido a vivir como forasteros; de esa forma vosotros mismos seréis exterminados y os convertiréis en maldición e ignominia para todas las naciones de la tierra.


siendo así, Señor, que tus ojos buscan la verdad? Los golpeaste y no les afectó, los destrozaste y no se corrigieron; endurecían su cara como la piedra, no quisieron convertirse a ti.


Se embrutece quien se fía de su ciencia, el orfebre se avergüenza del ídolo que ha hecho: sus imágenes son mentira, sin espíritu;


te has rebelado contra el Señor del cielo haciendo traer las copas de su Templo para beber en ellas en compañía de tus dignatarios, tus mujeres y tus concubinas, al tiempo que alababas a tus dioses de plata y de oro, de bronce y de hierro, de leño y de piedra, que ni ven, ni oyen ni entienden. Además no has glorificado al Dios que tiene tu vida en sus manos y de quien depende todo lo que hagas.


Y, mientras bebían, alababan a sus dioses de oro y de plata, de bronce y de hierro, de leño y de piedra.


De este modo nunca más inmolarán sus víctimas a los demonios a los que han rendido culto. Esta será una norma perpetua para las futuras generaciones.


Arrancaré tus postes sagrados y convertiré en ruinas tus ciudades.


Porque vino Juan mostrando con su vida cómo se debe cumplir la voluntad de Dios, y no le creísteis; en cambio, sí le creyeron los recaudadores de impuestos y las prostitutas. Y vosotros lo visteis, pero ni aun así cambiasteis de actitud dándole crédito.


Siendo, pues, estirpe de Dios, no debemos suponer que la divinidad tenga algún parecido con esas imágenes de oro, plata o mármol, que son labradas por el arte y la inspiración humana.


Y seguro que habréis visto y oído cómo ese individuo, Pablo, ha logrado convencer a multitud de gente, no solo en Éfeso, sino en casi toda la provincia de Asia, que no pueden ser dioses los que fabricamos con nuestras manos.


Fue entonces cuando se fabricaron un ídolo en forma de becerro, le ofrecieron sacrificios y celebraron una fiesta solemne en honor de algo que habían hecho con sus propias manos.


Tengo miedo de que, cuando os visite de nuevo, me humille Dios por causa vuestra y tenga yo que hacer duelo por tantos como han pecado y no se han arrepentido de la impureza, la lujuria y el desenfreno en que vivían.


Yo sé que después de mi muerte os pervertiréis y os desviaréis del camino que os he trazado; por eso al cabo del tiempo os sobrevendrán calamidades, ya que habréis hecho lo que desagrada al Señor, provocando su ira con vuestra conducta.


Ofrecieron sacrificios a demonios que no son Dios; a dioses que no habían conocido, a dioses nuevos, recién llegados, a quienes sus antepasados no adoraron.


Allí daréis culto a dioses que han sido fabricados por manos humanas, con piedra y madera; dioses que no ven ni oyen, no comen ni huelen.


El Espíritu proclama que, en los últimos tiempos, algunos desertarán de la fe y prestarán oídos a falsos maestros y a enseñanzas demoniacas.


Vi luego en el cielo otra señal formidable y maravillosa: siete ángeles llevaban las siete últimas calamidades con las que había de consumarse la ira de Dios.


El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol y se le concedió abrasar a los humanos.


El poder destructor de los caballos residía en su cabeza y en su cola, que estaba armada de mortíferas cabezas de serpiente.


Siguieron aferrados a sus crímenes, a sus hechicerías, a su lujuria y a sus rapiñas.


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