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2 Tesalonicenses 1:9 - La Palabra (versión española)

9 Su castigo será la ruina eterna, la separación definitiva del Señor y de su glorioso poder,

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Biblia Reina Valera 1960

9 los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Serán castigados con destrucción eterna, separados para siempre del Señor y de su glorioso poder.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Serán condenados a la perdición eterna, lejos del rostro del Señor y de su Gloria irresistible.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 los cuales pagarán la pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor, y de su glorioso poder;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Estos tales padecerán el castigo de la ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,

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2 Tesalonicenses 1:9
38 Referans Kwoze  

Cuando el hombre y su mujer sintieron los pasos de Dios, el Señor, que estaba paseando por el jardín al fresco de la tarde, corrieron a esconderse entre los árboles del jardín para que Dios no los viera.


Caín se alejó de la presencia del Señor y fue a vivir al país de Nod, al este de Edén.


Y eso que decían a Dios: «¡Déjanos en paz! No queremos conocer tus designios.


Decían a Dios: «¡Déjanos en paz!, ¿qué puede hacernos el Todopoderoso?».


Tú me muestras el camino de la vida, junto a ti abunda la alegría, a tu lado el gozo no tiene fin.


No me alejes de tu presencia, no apartes de mí tu santo espíritu.


Rebeldes y pecadores serán destruidos, desaparecerán los que abandonan al Señor.


Métete en la roca, ocúltate en el polvo, que llega el Señor terrible, henchido de majestad.


Se meterán en las grutas de las rocas, en las grietas del terreno, cuando llegue el Señor terrible, henchido de majestad, dispuesto a causar terror a la tierra.


se meterá en las grutas de las rocas, en las grietas de las peñas, cuando llegue el Señor terrible, henchido de majestad, dispuesto a causar terror a la tierra.


Temen los pecadores de Sion, un temblor paraliza a los impíos: «¿Quién de nosotros habitará un fuego devorador? ¿Quién de nosotros habitará unas brasas eternas?».


Cuando salgan del Templo podrán contemplar los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí, pues su gusano no muere y su fuego no se extingue. Y serán un espanto para todos los vivientes.


Despertarán muchos que duermen en el polvo de la tierra: unos a una vida eterna, otros a la vergüenza y al desprecio eternos.


El Hijo del hombre ya está a punto de venir revestido de la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Cuando llegue, recompensará a cada uno conforme a sus hechos.


Entonces el rey dijo a los criados: «Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes».


Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todos los pueblos del mundo llorarán al ver que viene el Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria.


A los otros, en cambio, dirá: «¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles!


De manera que estos irán al castigo eterno; en cambio, los justos irán a la vida eterna.


Es cierto que el Hijo del hombre tiene que seguir su camino, como dicen de él las Escrituras. Sin embargo, ¡ay de aquel que traiciona al Hijo del hombre! Mejor le sería no haber nacido.


Pero yo les contestaré: «Me sois totalmente desconocidos. ¡Apartaos de mí, pues os habéis pasado la vida haciendo el mal!».


Pero él os replicará: «¡No sé de dónde sois! ¡Apartaos de mí todos los que os pasáis la vida haciendo el mal!».


Poco después, Jesús se encontró con él en el Templo y le dijo: —Ya ves que has sido curado; no vuelvas a pecar para que no te suceda algo peor.


El Señor viene del Sinaí: brilla para ellos desde Seír; resplandece desde el monte Parán, y llega a Meribá, en Cadés, trayendo en su diestra el fuego de la ley.


Su paradero es la perdición; su dios, el vientre; su orgullo, aquello que debería avergonzarlos; su pensamiento, las cosas terrenas.


Cuando la gente ande diciendo: «Todo es paz y seguridad», entonces justamente sobrevendrá la destrucción, como los dolores de parto a la mujer encinta, y no podrán librarse.


Entonces se dará a conocer el impío a quien Jesús, el Señor, destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el esplendor de su manifestación.


mientras aguardamos el feliz cumplimiento de lo que estamos esperando: la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.


Pues ¡qué decir de quien haya pisoteado al Hijo de Dios, haya profanado la sangre de la alianza con que fue consagrado y haya ultrajado al Espíritu que es fuente de gracia! ¿No merece un castigo mucho más severo?


Esos individuos son manantiales sin agua, nubes arrastradas por el huracán. Densas tinieblas los aguardan,


En cuanto a los cielos y la tierra actuales, la misma palabra divina los tiene reservados para el fuego, conservándolos hasta el día del juicio y de la destrucción de los impíos.


Son olas de un mar embravecido, que arroja la espuma de sus propias desvergüenzas; estrellas fugaces, cuyo eterno destino es la tiniebla sin fondo.


Vi luego un trono majestuoso y resplandeciente; vi al que estaba sentado en él ante cuya presencia desaparecieron el cielo y la tierra sin dejar rastro tras de sí;


Y la muerte y el abismo fueron después arrojados al lago de fuego, es decir, a la segunda muerte.


Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los embaucadores están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, es decir, a la segunda muerte.


Fuera, en cambio, quedan los depravados, los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos cuantos hacen de la mentira el programa de su vida.


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