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2 Tesalonicenses 1:7 - La Palabra (versión española)

7 hará también que vosotros, los que habéis sufrido, compartáis con nosotros el descanso cuando Jesús, el Señor, se manifieste desde el cielo con sus ángeles poderosos

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Biblia Reina Valera 1960

7 y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Y Dios les brindará descanso a ustedes que están siendo perseguidos y también a nosotros cuando el Señor Jesús aparezca desde el cielo. Él vendrá con sus ángeles poderosos,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 y que a ustedes, los perseguidos, les dé el descanso con nosotros el día en que el Señor Jesús se manifieste glorioso y venga del cielo rodeado de su corte de ángeles.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 y a vosotros, que sois atribulados, daros° reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 mientras que vosotros, los atribulados, encontraréis, junto con nosotros, el debido reposo, cuando el Señor Jesús aparezca bajando del cielo con sus poderosos ángeles,

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2 Tesalonicenses 1:7
51 Referans Kwoze  

Todo el monte Sinaí estaba envuelto en humo porque el Señor descendió sobre él en medio del fuego. El monte se estremecía violentamente y subía de él una humareda como la humareda de un horno.


Allí se le apareció el ángel del Señor como una llama de fuego, en medio de una zarza. Se fijó y quedó sorprendido al ver que la zarza ardía, pero no se consumía.


entrará en la paz; descansarán en su lecho los que proceden con honradez.


Ved al Señor, que llega como fuego, con sus carros igual que el torbellino; descargará enfurecido su cólera, lanzará su bramido entre llamas.


En medio de estos seres vivientes había una especie de brasas encendidas, como unas antorchas que iban de un lado a otro entre ellos; el fuego, que brillaba intensamente, despedía rayos.


Mientras seguía mirando, pude ver cómo colocaban unos tronos y cómo se sentaba un anciano. Su ropa era blanca como la nieve, y sus cabellos parecían lana purísima. Su trono eran llamas, y las ruedas que lo sostenían, fuego ardiente.


El Hijo del hombre ya está a punto de venir revestido de la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Cuando llegue, recompensará a cada uno conforme a sus hechos.


Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto al Hijo del hombre llegar como Rey.


Cuando el Hijo del hombre venga con todo su esplendor y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso.


A los otros, en cambio, dirá: «¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles!


Jesús le respondió: —Tú lo has dicho. Y añadiré que más adelante veréis al Hijo del hombre sentado junto al Todopoderoso y viniendo sobre las nubes del cielo.


Jesús respondió: —Sí, lo soy. Y vosotros veréis al Hijo del hombre sentado junto al Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.


Pues bien, si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga rodeado de la gloria de su Padre y acompañado de los santos ángeles.


Abrahán le contestó: «Amigo, recuerda que durante tu vida terrena recibiste muchos bienes, y que Lázaro, en cambio, solamente recibió males. Pues bien, ahora él goza aquí de consuelo y a ti te toca sufrir.


Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre.


Todo fue hecho por medio de ella y nada se hizo sin contar con ella. Cuanto fue hecho


Y añadió: —Os aseguro que veréis cómo se abren los cielos y los ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre.


y les dijeron: —Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Estad seguros de que el mismo Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros para subir al cielo, igual que lo habéis visto ir al cielo, volverá.


Por tanto, convertíos y volved a Dios, para que vuestros pecados os sean borrados.


Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que ahora compartimos sus sufrimientos para compartir también su gloria.


El día del Señor pondrá de manifiesto el valor de lo que cada uno haya hecho, pues ese día vendrá con fuego, y el fuego pondrá a prueba la consistencia de lo que cada uno haya hecho.


Pues nuestras penalidades de hoy, que son leves y pasajeras, nos producirán para siempre una riqueza inmensa e incalculable de gloria.


Que Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, el Señor, os concedan gracia y paz.


Dios ha creado en él todas las cosas: todo lo que existe en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible, sean tronos, dominaciones, principados o potestades, todo lo ha creado Dios por Cristo y para Cristo.


Que os haga, en fin, interiormente fuertes e irreprochables en cuanto consagrados a Dios, nuestro Padre, para el día en que Jesús, nuestro Señor, se manifieste acompañado de todos sus elegidos.


si nos mantenemos firmes, reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará;


mientras aguardamos el feliz cumplimiento de lo que estamos esperando: la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.


Solo queda la temible espera del juicio y del fuego ardiente que está presto a devorar a los rebeldes.


Que no en vano nuestro Dios es un fuego devorador.


La promesa de entrar en el descanso ofrecido por Dios sigue en pie. Pero es preciso estar muy alerta, no sea que alguno de vosotros pierda la ocasión de entrar.


Esforcémonos, pues, nosotros por entrar en el descanso que Dios ofrece para que nadie perezca siguiendo el ejemplo de aquellos rebeldes.


Por consiguiente, el pueblo de Dios está aún en espera de un descanso,


así también Cristo se ofreció una sola vez para cargar con los pecados de la humanidad. Después se mostrará por segunda vez, pero ya no en relación con el pecado, sino para salvar a quienes han puesto su esperanza en él.


que, ascendido al cielo, comparte el poder soberano de Dios y tiene bajo su autoridad a todas las potencias celestiales.


En cuanto a los cielos y la tierra actuales, la misma palabra divina los tiene reservados para el fuego, conservándolos hasta el día del juicio y de la destrucción de los impíos.


Y Sodoma y Gomorra, junto con las ciudades limítrofes entregadas como ellas a la lujuria y a la homosexualidad, sufrieron el castigo de un fuego perpetuo, sirviendo así de escarmiento a los demás.


¡Mirad cómo viene entre las nubes! Todos lo verán, incluso quienes lo traspasaron, y todas las naciones de la tierra prorrumpirán en llanto por su causa. Sí. Amén.


Pero entonces, disponeos a beber el vino de la ira de Dios que ha sido vertido sin mezcla alguna en la copa de su furor, disponeos a ser torturados con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles y del Cordero.


Y oí una voz que decía desde el cielo: —Escribe esto: «Dichosos desde ahora los muertos que mueren en el Señor. El Espíritu mismo les asegura el descanso de sus fatigas, por cuanto sus buenas obras los acompañan».


Vi luego un trono majestuoso y resplandeciente; vi al que estaba sentado en él ante cuya presencia desaparecieron el cielo y la tierra sin dejar rastro tras de sí;


Enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido.


Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a cada una de las iglesias para que sea testigo de todos estos acontecimientos. Yo que soy vástago y estirpe de David y astro radiante de la mañana.


El ángel me dijo: —Palabras verdaderas y dignas de crédito son estas. El Señor, el Dios que inspiró a los profetas, ha enviado a su ángel para que comunique a sus servidores lo que va a suceder de un momento a otro.


Pero él me dijo: —¿Qué haces? Yo soy un simple servidor como tú y tus hermanos los profetas, como todos los que prestan atención al mensaje de este libro. A Dios debes adorar.


Recibió entonces cada uno una túnica blanca, mientras les decían: —Esperad todavía un poco hasta que se complete el número de vuestros compañeros y hermanos que han de morir como vosotros.


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