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2 Samuel 9:7 - La Palabra (versión española)

7 David le dijo: —No temas, porque estoy dispuesto a favorecerte en memoria de tu padre, Jonatán. Te devolveré todas las tierras de tu abuelo Saúl y además comerás siempre a mi mesa.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 —¡No tengas miedo! —le dijo David—, mi intención es mostrarte mi bondad por lo que le prometí a tu padre, Jonatán. Te daré todas las propiedades que pertenecían a tu abuelo Saúl, y comerás aquí conmigo, a la mesa del rey.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Entonces David le dijo: 'No temas, quiero tratarte con bondad debido a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras de Saúl tu abuelo, y todos los días comerás a mi mesa'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Entonces David le dijo: No temas, porque ciertamente haré contigo misericordia por amor a Jonatán tu padre, y te devolveré toda la tierra de Saúl tu padre,° y comerás siempre a mi mesa.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 'No temas, le dijo David, porque quiero tratarte con benevolencia por amor a Jonatán, tu padre. Voy a restituirte todas las tierras de Saúl, tu abuelo, y comerás siempre a mi mesa'.

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2 Samuel 9:7
32 Referans Kwoze  

Ellos, al ver que los llevaban a casa de José, se asustaron, pues pensaban: —Nos han traído aquí a causa del dinero que devolvieron en nuestros costales la vez pasada. Esto es un pretexto para acusarnos, condenarnos, hacernos esclavos y quedarse con nuestros asnos.


El mayordomo respondió: —Estad tranquilos, no tengáis miedo. Ha sido vuestro Dios, el Dios de vuestro padre, el que ha puesto ese dinero en vuestros costales; el vuestro lo recibí yo. Luego hizo que trajeran a Simeón


Yo te entregué la casa de tu señor y puse sus mujeres en tus brazos; te entregué las tribus de Israel y de Judá y, por si esto fuera poco, pensaba darte aún mucho más».


Por lo tanto, han calumniado a tu servidor ante el rey, mi señor. Pero su majestad es como un enviado de Dios. Haz, pues, lo que te parezca mejor.


Y aunque para mi señor, el rey, toda la familia de mi padre merecía la muerte, tú invitaste a tu servidor a comer en tu mesa. ¿Con qué derecho, pues, voy a exigir nada más al rey?


Barzilay era muy viejo, tenía ochenta años, y había mantenido al rey durante su estancia en Majanáin, pues era un hombre muy rico.


El rey perdonó la vida a Mefibóset, hijo de Jonatán, el hijo de Saúl, en virtud del juramento sagrado sellado entre David y Jonatán, el hijo de Saúl.


Cierto día David preguntó: —¿Queda algún superviviente de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer en memoria de Jonatán?


Tú, tus hijos y tus siervos le cultivaréis las tierras y le entregarás las cosechas para el mantenimiento de la familia de tu amo. Pero Mefibóset, el hijo de tu amo, comerá siempre a mi mesa. Sibá, que tenía quince hijos y veinte esclavos,


contestó al rey: —Tu servidor hará todo lo que el rey le ha mandado. Mefibóset comía a la mesa del rey, como uno de sus hijos.


Pero él vivía en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey y, además, estaba cojo de ambos pies.


El rey le dijo: —¿Queda alguien de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer como Dios manda? Sibá respondió al rey: —Aún queda un hijo de Jonatán, cojo de ambos pies.


Trata, en cambio, con generosidad a los hijos de Barzilay, el galaadita, e invítalos a tu mesa, pues también ellos me socorrieron cuando huía de tu hermano Absalón.


Mandó que le quitaran la ropa de preso y lo hizo comensal de su mesa durante el resto de su vida.


Hasta mi íntimo amigo en quien confiaba, el que comía de mi pan, me ha traicionado.


Mandó que le quitaran la ropa de preso y lo hizo comensal asiduo de su mesa durante el resto de su vida.


—Así dice el Señor del universo: Juzgad con justicia y equidad, y practicad con vuestros hermanos el amor y la fidelidad.


Danos hoy el pan que necesitamos.


para que comáis y bebáis en la mesa de mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.


¿No ves que estoy llamando a la puerta? Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré en su compañía.


Así que honrad al Señor y servidle con sinceridad y de todo corazón, ya que habéis reconocido los muchos beneficios que os ha hecho.


no retires nunca tu favor a mi familia, cuando el Señor suprima de la faz de la tierra a todos tus enemigos.


Quédate conmigo y no tengas miedo, pues quien atente contra tu vida, atentará contra la mía; y conmigo estarás a salvo.


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