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2 Crónicas 9:4 - La Palabra (versión española)

4 los manjares de su mesa, la disposición de sus comensales, la compostura y los uniformes de sus sirvientes, los uniformes de sus camareros y los holocaustos que ofrecía en el Templo del Señor, se quedó asombrada

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Biblia Reina Valera 1960

4 y las viandas de su mesa, las habitaciones de sus oficiales, el estado de sus criados y los vestidos de ellos, sus maestresalas y sus vestidos, y la escalinata por donde subía a la casa de Jehová, se quedó asombrada.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 quedó atónita. También estaba asombrada por la comida que se servía en las mesas del rey, por la forma en que estaban organizados sus funcionarios y la ropa espléndida que usaban, por los coperos y sus mantos, y por las ofrendas quemadas que ofrecía Salomón en el templo del Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus servidores, el porte de sus ministros y sus vestidos, sus coperos, con sus trajes, y los sacrificios que ofrecía en la Casa de Yavé, se quedó sin aliento,

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 y los manjares de su mesa, y los asientos° de sus siervos, la disposición° de sus ministros y sus vestiduras, sus mayordomos y sus vestiduras, y la escalinata que subía a la Casa de YHVH, se quedó sin aliento,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 los manjares de su mesa, las habitaciones de sus cortesanos, el porte y las vestiduras de sus ministros, los coperos con sus trajes y la cámara alta desde la que subía al templo de Yahveh, se quedó sin aliento

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2 Crónicas 9:4
22 Referans Kwoze  

los manjares de su mesa, la disposición de sus comensales, la compostura y los uniformes de sus camareros, las bebidas y los holocaustos que ofrecía en el Templo del Señor, se quedó asombrada


La provisión diaria de víveres de Salomón era de unas seis toneladas y media de flor de harina y unas trece toneladas de harina;


diez reses cebadas, veinte de pasto y cien corderos, además de ciervos, gacelas, corzos y aves de corral.


Y por deferencia hacia el rey de Asiria, Ajaz quitó del Templo del Señor la tribuna del sábado, construida en el edificio, y también la entrada exterior reservada al rey.


Hasta el día de hoy están en la puerta del rey, a oriente, y son los porteros de los campamentos de levitas.


Cuando vio al rey de pie sobre el estrado, junto a la entrada, a los oficiales y a los que tocaban las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo de fiesta, mientras sonaban las trompetas y los cantores con los instrumentos musicales entonaban cánticos de alabanza, se rasgó las vestiduras y gritó: —¡Traición! ¡Traición!


Cuando la reina de Sabá comprobó toda la sabiduría de Salomón, el palacio que había construido,


y dijo al rey: —¡Es cierto lo que había oído en mi país acerca de tus palabras y de tu sabiduría!


Escucha, Señor, la oración de tu siervo y la plegaria de tus servidores que solo desean honrar tu nombre. Concede hoy éxito a tu siervo haciendo que sea bien acogido por el rey. Por aquel tiempo era yo copero del rey.


Yo ansío tu salvación, en tu palabra pongo mi esperanza.


Señor, respóndeme pronto, que mi vida se agota. ¡No me ocultes tu rostro, que no sea yo como los muertos!


«Venid a compartir mi comida y a beber el vino que he preparado.


Juradme, muchachas de Jerusalén, que si encontráis a mi amor, esto le habréis de decir: ¡que estoy enferma de amor!


Solo el príncipe podrá sentarse en él para comer en presencia del Señor. Entrará por el vestíbulo del pórtico y saldrá por el mismo sitio.


Cuando el príncipe entre en el vestíbulo del pórtico, se parará en el umbral y los sacerdotes ofrecerán su holocausto y sus sacrificios de comunión; él se postrará en el zaguán del pórtico y después saldrá. El pórtico no se cerrará hasta la tarde.


¿Cómo podrá tu siervo hablar contigo, Señor? Las fuerzas me han abandonado y casi no puedo respirar.


y, sin embargo, os digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su esplendor, llegó a vestirse como uno de ellos.


¡Felices aquellos criados a quienes el amo, al llegar, los encuentre vigilando! Os aseguro que los hará sentarse a la mesa y él mismo se pondrá a la tarea de servirles la comida.


Apenas lo vi, caí fulminado a sus pies; pero él me tocó con su mano derecha y me dijo: —No temas; yo soy el primero y el último.


¿No ves que estoy llamando a la puerta? Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré en su compañía.


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