11 Boaz le contestó: —Ya me han contado todo lo que has hecho por tu suegra, después de que murió tu marido. Sé que dejaste a tu familia y tu país para venir a vivir con nosotros, que somos gente totalmente desconocida para ti.
11 Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes.
11 —Sí, lo sé —respondió Booz—; pero también sé todo lo que has hecho por tu suegra desde la muerte de tu esposo. He oído que dejaste a tu padre y a tu madre, y a tu tierra natal, para vivir aquí entre gente totalmente desconocida.
11 Me han contado, le respondió Booz, lo bien que te has portado con tu suegra después de que murió tu marido, hasta el punto de dejar tu patria y tus padres para venirte a un país totalmente desconocido para ti.
11 Y respondiendo Booz le dijo: He sabido en detalle todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo abandonaste a tu padre y a tu madre, y la tierra de tu nacimiento, y has venido a un pueblo que no conocías.
11 Respondióle Booz: 'Me han informado muy bien de todo lo que hiciste en favor de tu suegra después de morir tu marido, y de cómo abandonaste a tu padre y a tu madre y la tierra de tu parentela, para venir a un pueblo que anteriormente no conocías.
Años atrás, cuando los filisteos mataron a Saúl y a Jonatán en Guilboa, colgaron sus cuerpos en las murallas de Betsán. Sin embargo, los de Jabés de Galaad consiguieron apoderarse de los cuerpos y los enterraron en su ciudad. Por eso ahora, al saber David lo que estaba haciendo Rispá, fue a Jabés de Galaad para pedir que le entregaran los huesos de Saúl y Jonatán.
Pero Noemí les contestó: —¡Regresad a vuestra casa, hijas mías! ¿Para qué vais a seguirme? Ya no tengo más hijos para que puedan casarse con vosotras, y ya soy muy vieja para casarme otra vez. Y aunque me casara hoy mismo y tuviera hijos muy pronto, ¿estaríais vosotras dispuestas a esperarlos hasta que ellos crecieran? ¡No, hijas mías, eso es imposible! Yo estoy sufriendo más que vosotras, pues Dios se ha puesto en mi contra.
Entonces Rut, en señal de respeto, se inclinó tocando el suelo con la frente y preguntó a Boaz: —¿Por qué eres tan amable conmigo? ¿Por qué te preocupas tanto por mí, si soy una simple extranjera?
—¡Que Dios te bendiga! —dijo Boaz—. Veo que eres muy fiel con tu suegra y con tu familia, y que no piensas solo en ti. Me pides que sea yo tu marido, aunque bien podrías casarte con un hombre más joven que yo.