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Oseas 8:8 - Biblia Lenguaje Básico

8 ¡Israel quedará en ruinas! ¡Será la burla de todas las naciones!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

8 Devorado será Israel; pronto será entre las naciones como vasija que no se estima.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 El pueblo de Israel ha sido tragado; ahora está tirado en medio de las naciones como una olla vieja y descartada.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 Israel vivía aparte como el asno salvaje, pero ha sido devorado y está en tierra de paganos. Efraím ya no sirve para nada.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Israel será engullido, vendrá a ser un trasto inútil entre las naciones.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Engullido ha sido Israel. Son ahora entre las naciones como una vasija que se tira.

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Oseas 8:8
19 Referans Kwoze  

Luego Salmanasar llevó cautivos a los israelitas a Asiria y los estableció en Jalat, junto al río Jabor, en la región de Gozán, y en las ciudades de los medos.


Será como un jarro que se rompe por completo. Tan pequeños son los pedazos que no sirven para nada; ¡ni para recoger las brasas de un brasero, ni para sacar agua de un pozo!».


¡Israelitas, escuchad mis palabras! Jeconías no sirve para nada; es como una vasija rota e inútil. ¿Por qué ha sido expulsado junto con todos sus familiares a un país que no conocen?


Jefes y gobernantes del pueblo, ¡lamentaos, lanzad gritos y revolcaos por el suelo! Ha llegado el día de la matanza, y vais a ser sacrificados lo mismo que ovejas engordadas.


En las azoteas de las casas de Moab se oyen gritos de dolor; por todas sus calles y plazas no se oyen más que lamentos, porque hice pedazos a Moab como si fuera un frasco inútil.


Israel es un pueblo que ha vivido como oveja perdida, siempre en peligro de ser devorada por los leones. El primero en devorar a Israel fue el rey de Asiria; luego vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, que lo devoró hasta los huesos.


La gente de Jerusalén se queja de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, los dejó como un plato vacío. Dicen que les causó mucho miedo, que se llevó todas sus riquezas, que se los tragó como un monstruo y luego los arrojó a la basura.


Rabiosos están tus enemigos, y no dejan de hablar mal de ti. Gritan en son de victoria: «¡Llegó el día que habíamos esperado! ¡Al fin hemos conseguido acabar contigo, Jerusalén!».


Ofendido y enojado, Dios destruyó por completo todas las casas de Israel. Derribó las fortalezas de Judá; humilló al reino y a todos sus príncipes.


El llanto por los muertos inunda la capital de Judá. Dios parece nuestro enemigo, pues ha aniquilado a Israel. ¡Todas sus fortalezas y palacios han quedado en ruinas!


¡Oro puro! Así se valoraba a los habitantes de Jerusalén; ahora son simples ollas de barro fabricadas por un alfarero.


Nuestras tierras y nuestra patria han caído en manos de extranjeros.


Algo parecido hace Dios. Cuando castiga, lo hace para que todo el mundo conozca su poder. Pero también sabe tener paciencia con los que merecen ser castigados y destruidos.


Cuando vuestros enemigos vengan a atacaros, os prepararéis para responder el ataque, pero acabaréis huyendo en desorden y seréis derrotados por completo. Vuestros cadáveres quedarán tendidos por el suelo, y nadie podrá impedir que los devoren las fieras y los buitres. Al ver esto, los demás países se espantarán.


Tendréis que vivir en otros países, y allí adoraréis a dioses falsos, hechos de madera y de piedra, que ni vosotros ni vuestros antepasados conocisteis.


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