1 Vigilante, toca la trompeta, pues viene el destructor de mi pueblo; se parece a un águila que se lanza sobre su presa. Mi pueblo no ha cumplido con mi pacto ni ha seguido mis mandamientos.
1 Prepárate a tocar la corneta pues aquí viene la desgracia y se deja caer como un águila sobre los de la Casa de Yavé. No han respetado mi alianza y han rechazado mi Ley.
El oficial asirio les respondió: —El rey de Asiria me ha enviado a decir esto a los que están en la muralla, y no a vosotros ni a Ezequías, porque ellos, lo mismo que vosotros, van a quedarse sin nada que comer ni beber. Será tanta el hambre y la sed que tendrán, que hasta se comerán su propio excremento, y se beberán sus propios orines.
¡Habitantes del mundo, no dejéis de mirar hacia las montañas! Estad alerta, porque pronto se dará la señal; pronto sonará la trompeta que anuncia la llegada del castigo.
El país se ha llenado de maldad, porque sus habitantes no han cumplido las leyes de Dios. Se habían comprometido a obedecerlo siempre, pero ninguno cumplió con ese pacto.
En el pasado, tomé de la mano a vuestros antepasados y los saqué de Egipto, y luego hice un pacto con ellos. Pero no lo cumplieron, a pesar de que yo era su Dios. Por eso, mi nuevo pacto con el pueblo de Israel será este: «Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Soy yo, Dios, quien lo asegura».
«¡Mirad cómo avanza el enemigo! ¡Parece el nubarrón de una tormenta! Sus carros de guerra y sus caballos son más veloces que las águilas; ¡hasta parecen un huracán! ¿Qué será de nosotros? ¡No tenemos escapatoria!».
¡Anunciad esto a gritos en Judá, proclamadlo en Jerusalén! ¡Haced sonar la trompeta por todo el país! ¡Que todos se protejan dentro de las ciudades amuralladas!
El enemigo se lanzará al ataque con la rapidez de las águilas; atacará con las alas desplegadas, y cubrirá la ciudad de Bosrá. Ese día, los soldados edomitas temblarán como tiemblan las mujeres cuando dan a luz.
¡Que agiten las naciones su bandera contra la tierra de Babilonia! ¡Que suene el toque de trompeta y que ataquen Babilonia los reinos de Ararat, Miní y Askenaz! ¡Que nombren a un general y que ataque la caballería!
Huid de Jerusalén, todos los que pertenecéis a la tribu de Benjamín. Dad el toque de alarma en Tecoa. Levantad una señal en Bet Queren. Del norte viene el desastre. Se acerca una terrible destrucción.
Mi pueblo no ha querido reconocerme como su Dios, y por eso se está muriendo. ¡Ni los sacerdotes me reconocen! Y puesto que ellos me han rechazado, yo les quitaré su sacerdocio; y, por haber olvidado mis leyes, yo también me olvidaré de sus hijos.
Vosotros, israelitas, llegasteis a Guilgal y cometisteis toda clase de maldad; por eso he dejado de amaros y he decidido echaros de mi casa. Todos vuestros jefes son rebeldes.
¡Que toquen la trompeta en Jerusalén! ¡Que suene la alarma en el Templo! ¡Que comiencen a temblar todos los habitantes de este país! ¡Nuestro Dios viene y ya está cerca su día!
¡Tocad la trompeta en Jerusalén! Que se reúna todo el pueblo. Que vengan los ancianos y hasta los niños más pequeños; que incluso los recién casados salgan de su cuarto nupcial. Que todos ayunen y se preparen para adorar a Dios.
Está cerca el día en que convertiré en lamentos los cantos de palacio. Ese día habrá tantos cadáveres que los arrojarán silenciosamente en cualquier parte. Así os lo aseguro yo mismo que soy el Dios todopoderoso.
Después de eso vi a Dios que estaba de pie, junto al altar, y me decía: Golpea la parte alta de las columnas del templo para que el templo se derrumbe y caiga sobre la gente. ¡Nadie escapará con vida! Pero si alguno logra escapar, morirá en el campo de batalla.
Sus caballos y sus jinetes vienen galopando desde muy lejos; son más veloces que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos; se lanzan sobre sus enemigos como el águila sobre su presa.
En un abrir y cerrar de ojos, cuando Cristo vuelva, se oirá el último toque de trompeta y los muertos resucitarán para no morir jamás, mientras nosotros seremos transformados.
Desde muy lejos Dios traerá contra vosotros un pueblo enemigo. Vendrá de un país que no conocéis y del que no entendéis su idioma. Se trata de un pueblo que ataca con gran rapidez, como el águila en vuelo.