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Oseas 12:10 - Biblia Lenguaje Básico

10 Pero yo, que soy vuestro Dios desde que estabais en Egipto, os haré vivir de nuevo en tiendas de campaña, como cuando atravesabais el desierto e hicimos un pacto entre nosotros.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 Y he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas usé parábolas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Yo envié a mis profetas para advertirte con numerosas visiones y parábolas».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Yo, Yavé, que soy tu Dios desde Egipto, te haré vivir de nuevo en tiendas de campaña, como en aquellos días del Encuentro.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Porque he hablado a los profetas, he multiplicado las visiones, Y mediante los profetas propondré parábolas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Pero yo soy Yahveh, tu Dios desde el país de Egipto; todavía te haré habitar en tiendas como en los días de encuentro.

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Oseas 12:10
29 Referans Kwoze  

Dios envió a un profeta desde Judá hasta Betel, donde Jeroboán estaba quemando incienso sobre el altar.


Elías era un profeta de Tisbé, pueblo que estaba en la región de Galaad. Un día, Elías anunció a Ajab: —Juro por el Dios de Israel, a quien sirvo, que durante varios años no va a llover ni a caer rocío hasta que yo lo diga.


Él contestó: —Estoy deseando defender tu nombre, pues tú eres el Dios todopoderoso. El pueblo de Israel ha abandonado el pacto que tiene contigo, ha destruido tus altares y ha matado a tus profetas. Solo yo estoy vivo, pero me están buscando para matarme.


Dios había advertido muchas veces, por medio de los profetas, tanto a los de Israel como a los de Judá que cambiaran su mala conducta y obedecieran los mandamientos que él, su Dios, había dado a sus antepasados.


Durante muchos años fuiste paciente con ellos. Tu espíritu y tus profetas les advirtieron del castigo, pero ellos no quisieron escuchar; así que los dejaste caer en manos de naciones enemigas.


—Yo soy tu Dios; yo te saqué de Egipto, donde eras esclavo.


Dios me dijo: —Jeremías, compra en la casa del alfarero una vasija de barro, y ve al valle de Ben Hinón, que está a la entrada de la puerta oriental. Haz que te acompañen algunos jefes del pueblo y los sacerdotes más importantes. Cuando llegues allí, diles a los reyes de Judá y a los habitantes de Jerusalén que presten atención a mis palabras. Este es el mensaje que les darás de mi parte: «Vosotros sois mi pueblo, pero me habéis abandonado. Para colmo, me habéis ofendido al adorar en este valle a otros dioses. Esos dioses nunca se preocuparon por vosotros ni por vuestros antepasados, ni por los reyes de Judá. Por eso yo, el todopoderoso Dios de Israel, voy a enviaros un desastre tan terrible, que quienes lo sepan temblarán de miedo. En este mismo valle vosotros habéis dado muerte a mucha gente inocente.


Tan pronto anuncies este mensaje, rompe en mil pedazos la vasija de barro en presencia de quienes te han acompañado


Dios también os ha enviado a otros profetas que están a su servicio, pero vosotros no les habéis hecho caso ni os habéis mostrado dispuestos a obedecer.


Desde el día en que vuestros antepasados salieron de Egipto hasta el momento presente, yo no he dejado de enviaros a mis servidores, los profetas. Lo he hecho una y otra vez.


—Ezequiel, hombre mortal, cuenta a los israelitas esta comparación: Había un águila muy grande, de anchas alas y plumas multicolores. El águila fue al monte Líbano y de la punta de un cedro cortó la rama más alta. Luego fue a un país de comerciantes, y allí plantó la rama.


Así dice Dios a su pueblo: «Israel, yo soy tu Dios; no tienes otro salvador». Yo he sido tu único Dios desde que estabas en Egipto.


Dios volvió a decirme: Oseas, aunque tu esposa te es infiel y se ha dejado amar por otro, ámala, sin embargo, como esposa, como yo amo a los israelitas aunque también me son infieles, pues adoran a dioses falsos y comen de las ofrendas que presentan.


Amós le respondió: —Yo no soy profeta de profesión, ni tampoco mi padre lo fue. Me gano la vida cuidando ganado y cosechando higos silvestres.


les dijo: —Oídme bien. ¿Cómo os atrevéis a criticar a Moisés, mi siervo? Sabéis que cuando yo quiero deciros algo por medio de un profeta, le hablo por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, que es el más fiel de todos mis siervos, hablo cara a cara. A él le digo las cosas claramente y dejo que me vea.


En los últimos tiempos, dice Dios, derramaré mi Espíritu: sobre hombres y mujeres. Vuestros hijos y vuestras hijas hablarán en mi nombre; vuestros jóvenes tendrán visiones y vuestros ancianos, sueños.


Nada se gana con hablar bien de uno mismo. Pero si tengo que hacerlo, os voy a contar las visiones que tuve y lo que el Señor Jesucristo me mostró.


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