Biblia Todo Logo
Bib sou entènèt

- Piblisite -





Oseas 11:8 - Biblia Lenguaje Básico

8 Israelitas, yo no puedo abandonaros. No sería capaz de hacerlo. No podría destruiros, como destruí a la gente malvada de Adamá y Seboín. ¡Mi gran amor por vosotros no me lo permite!

Gade chapit la Kopi


Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

8 ¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión.

Gade chapit la Kopi

Biblia Nueva Traducción Viviente

8 »Oh, Israel, ¿cómo podría abandonarte? ¿Cómo podría dejarte ir? ¿Cómo podría destruirte como a Adma o demolerte como a Zeboim? Mi corazón está desgarrado dentro de mí y mi compasión se desborda.

Gade chapit la Kopi

Biblia Católica (Latinoamericana)

8 ¿Cómo voy a dejarte abandonado, Efraím? ¿Cómo no te voy a rescatar, Israel? ¿Será posible que te abandone como a Adma o que te trate igual que a Seboím? Mi corazón se conmueve y se remueven mis entrañas.

Gade chapit la Kopi

La Biblia Textual 3a Edicion

8 Pero, ¿cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Cómo podré entregarte, oh Israel? ¿Te dejaré acaso como Adma? ¿Te trataré como a Zeboim?° Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las entrañas.

Gade chapit la Kopi

Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 ¿Cómo podré yo abandonarte, Efraín; cómo entregarte, Israel? ¿Cómo podré yo dejarte como a Admá, ni hacerte semejante a Seboín? Mi corazón se remueve dentro de mí, a la vez que se conmueven mis entrañas.

Gade chapit la Kopi




Oseas 11:8
38 Referans Kwoze  

Por su parte, los reyes de Sodoma, Gomorra, Adamá, Seboín y Bela fueron al valle del mar Muerto y allí presentaron batalla


El ángel de Dios estaba ya a punto de destruir Jerusalén, cuando David lo vio junto a la era de Arauna, el jebuseo. Exclamó entonces David al ver que la población estaba siendo aniquilada: —Dios mío, he sido yo quien ha hecho el mal, he sido yo el que ha pecado; el pueblo es inocente. Así que castígame a mí y a mi familia. Ante estas palabras se arrepintió Dios del daño que estaba haciendo al pueblo y dijo al ángel: —¡Basta ya! Que cese el castigo.


Entonces la verdadera madre, llena de angustia, gritó: —¡Por favor, majestad! ¡Que no maten al niño! Prefiero que se lo den a la otra mujer. Y la otra mujer dijo: —¡Ni para ti ni para mí! ¡Que lo partan en dos!


Pero Dios se compadeció de los israelitas, y los ayudó, pues había hecho un pacto con Abrahán, Isaac y Jacob. Por eso no destruyó a Israel por completo y, hasta el momento presente, Dios ha seguido protegiendo a los israelitas.


Pero el Dios de sus antepasados amaba a su pueblo y a su Templo y, por eso les envió muchos mensajeros para llamarles la atención.


y, recordando su pacto con ellos,


Mi corazón tiembla como las cuerdas de un arpa; tiembla de tristeza por la desgracia de Moab y de Quir Jaréset.


Y ahora, Dios nuestro, tú que tienes en el cielo tu santo y grandioso trono, muéstranos tu amor y tu poder; déjanos ver tu ternura y compasión, y no seas indiferente a nuestro dolor.


Pero si esa nación deja de hacer lo malo, entonces también yo renunciaré a castigarlos tal como pensaba hacerlo.


Así que dirígete al norte y anuncia este mensaje: Israel, pueblo infiel, ¡vuélvete a mí! No voy a mantener mi enfado para siempre, y te recibiré con los brazos abiertos, porque soy un Dios bondadoso. Tan solo te pido que reconozcas tu culpa, que admitas que te rebelaste contra mí, que no has querido obedecerme, y que bajo la sombra de cualquier árbol frondoso has adorado a otros dioses. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Pero yo os he dicho: Vosotros sois mi pueblo preferido y os quiero más que a nadie. Es verdad que os riño, pero siempre estoy pensando en vosotros. ¡Os amo de todo corazón! ¡Os tengo un gran cariño! Soy yo, Dios, quien lo asegura.


que os quedéis a vivir en esta tierra, y os promete que no volverá a destruiros, sino que os bendecirá. ¡Le duele mucho haber tenido que castigaros!


Por eso yo, el todopoderoso Dios de Israel, digo: Voy a hacer sufrir a mi pueblo, a ver si así cambia; ¿qué más puedo hacer con ellos?


Solo saben decir mentiras; ¡su lengua hiere más que una flecha! Parecen desear felicidad a su prójimo, pero lo que en verdad quieren es tenderle una trampa.


La angustia, Dios mío, me hace estremecer por dentro; siento que se me rompe el corazón pues he sido muy rebelde contigo. En las calles mis hijos mueren a espada; dentro de casa también reina la muerte.


Nos hace sufrir y nos aflige, pero no disfruta con ello. Nos hiere, pero nos tiene compasión, porque su amor no tiene límites.


de mi parte que yo no quiero que muera el malvado. Lo que quiero es que abandone su mala conducta y siga viviendo. Cambiad, pues, israelitas, vuestra mala conducta y no tendréis que morir.


Pero Dios respondió: Habitantes de Israel y de Judá: ¿qué voy a hacer con vosotros?, ¿cómo debo trataros? Decís que me amáis, pero vuestro amor es como la niebla y como el rocío de la mañana: ¡muy pronto desaparece!


Dios continuó diciendo: Yo quiero salvar a mi pueblo, pero, cada vez que lo intento, solo descubro pecados en Israel y crímenes en Samaría, su capital. Todos son mentirosos y ladrones; entran a robar en las casas y en plena calle cometen asaltos.


A muchos de vosotros os destruí como destruí a las ciudades de Sodoma y de Gomorra. ¡Parecíais brasas recién sacadas del fuego! Pero a pesar de eso, no os arrepentisteis. Yo soy el Dios de Israel y cumpliré mi palabra.


Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo: —Bien, no dejaré que los saltamontes os destruyan.


Entonces Dios sintió compasión de nosotros, y dijo: —Bien, tampoco dejaré que el fuego os devore.


Entonces Dios dará a ese rey toda su fuerza y poder para dirigir a su pueblo y hacerlo vivir en paz. Será un rey que extenderá su dominio hasta el último rincón de la tierra.


¡Habitantes de Jerusalén, que matáis a los profetas y a los mensajeros que Dios os envía. Muchas veces he querido protegeros, como la gallina que cuida a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me habéis dejado.


Cuando miren vuestras tierras, no verán más que azufre, sal y tierra quemada. Nada podrá plantarse ni cultivarse, pues la tierra no producirá nada, ni siquiera hierba. Será como cuando Dios, lleno de furor, destruyó las ciudades de Sodoma, Gomorra, Adamá y Seboín.


Todo el mundo preguntará: «¿Por qué Dios castigó así a este país? ¿Qué hizo que se indignara tanto?».


Cuando ya no tengamos fuerzas, nuestro Dios nos defenderá; cuando él nos vea reducidos a nada, tendrá compasión de nosotros


Además, Dios castigó a los que vivían en las ciudades de Sodoma y Gomorra: el fuego los abrasó hasta dejarlos reducidos a cenizas; de este modo servirían de ejemplo de lo que les pasaría a los malvados que vendrían después.


Algo parecido les sucedió también a los que vivían en Sodoma y Gomorra y en las ciudades cercanas. Los que vivían allí pecaron y practicaron todo tipo de relaciones sexuales prohibidas. Por eso Dios los castigó y los arrojó al fuego que nunca se apaga; allí sufrirán un castigo que deberá servir de advertencia para los demás.


Sus cadáveres quedarán tirados en la plaza de la gran ciudad, donde crucificaron al Señor. La gente ha dado a esa ciudad el nombre simbólico de Sodoma y también la llaman Egipto.


Y al ver el humo de la ciudad en llamas, gritaron: «¡Nunca ha existido una ciudad tan poderosa como Babilonia!».


Se desprendieron entonces de los dioses falsos que tenían, y volvieron a adorar a Dios que se compadeció al ver cómo sufría su pueblo.


Swiv nou:

Piblisite


Piblisite