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Números 25:6 - Biblia Lenguaje Básico

6 Pero mientras Moisés y los israelitas lloraban a la entrada de la Tienda del encuentro, vieron que un israelita metía en su tienda de campaña a una mujer madianita.

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Biblia Reina Valera 1960

6 Y he aquí un varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras lloraban ellos a la puerta del tabernáculo de reunión.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 En ese momento, mientras todos lloraban a la entrada del tabernáculo, un israelita llevó a una madianita a su carpa ante los ojos de Moisés y de todo el pueblo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Justo a ese momento, un israelita introducía en su tienda a una moabita, a la vista de Moisés y de toda la comunidad que lloraba a la entrada de la Tienda de las Citas.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Y mientras ellos lloraban en la entrada de la Tienda de Reunión, he aquí un varón de los hijos de Israel venía trayendo una madianita a vista de Moisés y de toda la asamblea de los hijos de Israel.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Acaeció que vino un hombre de los israelitas e introdujo entre sus hermanos a la madianita, a la vista de Moisés y de toda la comunidad de los israelitas, mientras éstos lloraban a la entrada de la tienda del encuentro.

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Números 25:6
24 Referans Kwoze  

Así que cuando aquellos comerciantes pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y se lo vendieron por veinte monedas de plata. Entonces los comerciantes se lo llevaron a Egipto.


¿Quién me defenderá cuando los malvados me ataquen? ¿Quién se pondrá de mi parte en contra de los malhechores?


El Dios todopoderoso os aconsejó que debíais lamentaros y vestiros de luto en señal de dolor.


Por eso no llegan las lluvias, ni caen aguaceros en la primavera. No tienes vergüenza; eres peor que una prostituta.


A medida que Jehudí leía tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con una navaja y las arrojaba al fuego. Así lo hizo, hasta quemar todo el libro.


Han hecho cosas despreciables, pero ni vergüenza les da, pues ni saben lo que es tener vergüenza. Por eso, voy a castigarlos, y todos serán destruidos. Soy yo, Dios, quien lo asegura.


Que vengan los sacerdotes, los servidores de Dios. Que se presenten ante el altar, y con lágrimas en los ojos oren de esta manera: «¡Dios nuestro, perdona a tu pueblo! ¡No permitas que las naciones nos desprecien y nos humillen! No permitas que se burlen de nosotros diciendo: ¿dónde está vuestro Dios?».


—Como los madianitas se portaron mal con vosotros, debes vengarte de ellos; después de eso, morirás.


Son como las olas embravecidas del mar que arrojan la espuma de todo lo malo que hacen. Son como estrellas errantes, condenadas a viajar siempre en la más terrible oscuridad.


Cuando el ángel de Dios terminó de hablar, los israelitas comenzaron a llorar y a lamentarse gritando.


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