El espíritu de Dios dio al profeta Azarías, hijo de Oded, el siguiente mensaje para el rey Asá: —¡Tú, Asá, y vosotros, los de las tribus de Judá y de Benjamín, poned atención! Durante mucho tiempo, Israel ha estado sin adorar al Dios verdadero, y no ha tenido sacerdotes que le enseñasen su ley. Eran tiempos en que nadie tenía paz, pues en todas partes la gente vivía con inseguridad y temor. Había guerras entre los pueblos y entre las ciudades; nadie estaba tranquilo, porque Dios había desencadenado sobre ellos toda clase de angustias y calamidades. Sin embargo, cuando nuestro pueblo se encontraba en esta situación de angustia, si se arrepentía y buscaba a nuestro Dios, él siempre se dejaba encontrar. Por eso ahora os digo: si vosotros os mantenéis fieles a Dios, él siempre estará con vosotros; pero si lo abandonáis, él también os abandonará.