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Miqueas 3:7 - Biblia Lenguaje Básico

7 Esos profetas y adivinos quedarán en completo ridículo. No tendrán nada que decir, porque Dios no responde a lo que ellos quieren saber.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 Y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos; y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Entonces ustedes, videntes, serán avergonzados y ustedes, adivinadores, serán deshonrados. Cubrirán sus rostros, porque no hay respuesta de Dios».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Los videntes se llenarán de vergüenza, y los adivinos, de confusión; unos y otros se taparán la cara porque Dios no les responde.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Los videntes serán avergonzados, los adivinos confundidos, Y todos ellos tendrán que cerrar la boca, Porque no habrá respuesta de ’Elohim.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Quedarán avergonzados los videntes y los adivinos confundidos. Todos ellos se taparán la boca, porque no hay respuesta de Dios.

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Miqueas 3:7
19 Referans Kwoze  

Ya no vemos ondear nuestras banderas; ya no hay profetas entre nosotros, ni hay tampoco quien sepa cuánto durará todo esto.


Cuando hablan los falsos profetas, no dejo que se cumpla lo que ellos anuncian; demuestro que los adivinos no tienen razón, y convierto en puras tonterías la sabiduría de los seres humanos.


La gente comenzó a hacer planes en contra de Jeremías. Decían: «Vamos a acusarlo de algún crimen y así haremos que calle para siempre. No hagamos ningún caso a sus palabras, pues nunca nos faltará un sacerdote que nos enseñe la ley, ni un sabio que nos dé consejos, ni un profeta que nos hable de parte de Dios».


Cuando eso suceda, haréis como ha hecho Ezequiel, que os servirá de ejemplo: no os lamentaréis ni daréis muestras de dolor; no os taparéis la cara [en señal de duelo] ni comeréis lo que suele comerse en los funerales; os pondréis el turbante en la cabeza y os calzaréis las sandalias. Únicamente os afligiréis pensando en vuestros pecados y os lamentaréis unos con otros. De esta manera reconoceréis que yo soy el Dios de Israel.


Los enfermos de lepra deberán rasgarse la ropa y andar despeinados; mientras dure su enfermedad serán considerados gente impura. Vivirán aislados, fuera del campamento. Además, se cubrirán la mitad del rostro e irán gritando: «¡Soy impuro! ¡Soy impuro!».


Yo soy el Dios de Israel, y os aseguro que vienen días en que haré que sintáis hambre; tendréis hambre, pero no de pan; tendréis sed, pero no de agua, sino de oír mi palabra.


Por eso, cuando me llaméis, no os responderé. Es tan grande vuestra maldad que tendré que abandonaros.


¡Haz que las naciones poderosas las vean y se queden asombradas! ¡Haz que por la sorpresa no puedan hablar ni oír!


Ese día los profetas se avergonzarán de haber anunciado mensajes falsos y nunca más volverán a engañar a otros vistiendo ropas de profeta. En vez de llamarse profetas, dirán que son campesinos y que desde jóvenes han cultivado la tierra.


Entonces Saúl consultó a Dios: —¿Puedo perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel? Pero Dios no le contestó;


Samuel le preguntó: —Saúl, ¿por qué me llamas y no me dejas descansar? —Estoy desesperado —contestó Saúl—. Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer.


Saúl le contestó: —Está bien, vamos. En aquellos días, cuando alguien en Israel tenía problemas y quería que Dios le indicara cómo resolverlos, decía: «Consultemos al vidente». Así se llamaba entonces a quien hoy consideramos «profeta».


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