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Mateo 27:4 - Biblia Lenguaje Básico

4 y les dijo: —He pecado entregando a un inocente. Ellos le contestaron: —¡Y eso qué nos importa! ¡Es tu problema!

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 —He pecado —declaró—, porque traicioné a un hombre inocente. —¿Qué nos importa? —contestaron—. Ese es tu problema.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Les dijo: 'He pecado: he entregado a la muerte a un inocente. Ellos le contestaron: '¿Qué nos importa eso a nosotros? Es asunto tuyo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 diciendo: Pequé entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Y a nosotros qué? ¡Allá tú!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 diciendo: 'He pecado entregando sangre inocente'. Pero ellos contestaron: 'Y a nosotros, ¿qué? ¡Allá tú!'.

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Mateo 27:4
33 Referans Kwoze  

porque vosotros sois unos mentirosos, médicos que a nadie curan.


—Todo lo que habéis dicho lo he escuchado muchas veces; ¡y no fue ningún consuelo!


Esa clase de gobernantes siempre está haciendo planes contra la gente honrada, y dicta sentencia de muerte contra la gente inocente.


Esa misma noche, el faraón mandó llamar a Moisés y Aarón, y les dijo: —¡Marchaos lejos de mi pueblo! ¡Marchaos vosotros y todos los israelitas, y adorad a vuestro Dios como lo habéis pedido!


Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: —Admito que esta vez he hecho mal. La culpa es mía y de mi pueblo y no es de Dios que es justo.


A una persona se la alaba por lo que tiene de sensata; se desprecia, en cambio, a la de malas intenciones.


pero si me matáis, vosotros, jefes y pueblo, seréis los culpables de haber matado a un inocente, porque es cierto que Dios me ha mandado a daros este mensaje.


Entonces los marineros clamaron a Dios diciendo: —Por favor, no nos dejes morir por culpa de este hombre, ni nos culpes de la muerte de un inocente, pues eres tú quien ha querido hacer todo esto.


Mientras Pilato, el gobernador, estaba juzgando el caso, su mujer le mandó este mensaje: «No te metas con ese hombre, porque es inocente. Anoche tuve un sueño horrible por su causa».


El oficial romano y los soldados que vigilaban a Jesús sintieron el terremoto y vieron todo lo que pasaba. Temblando de miedo dijeron: —¡Es verdad, este hombre era el Hijo de Dios!


Pilato se dirigió a ellos por tercera vez y les dijo: —¿Por qué queréis que muera? ¿Qué mal ha hecho? Por lo que sé, este hombre no ha hecho nada malo para merecer la muerte. Ordenaré que lo azoten, y luego lo dejaré en libertad.


Nosotros sí lo merecemos, porque hemos cometido muchos crímenes; pero este hombre no ha hecho nada malo para merecerlo.


Cuando el oficial romano vio lo que había pasado, alabó a Dios y exclamó: —En verdad, este era un hombre bueno.


La gente respondió: —Según nuestra ley este hombre tiene que morir, porque dice que es el Hijo de Dios.


Aunque no podían acusarlo de ningún delito que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo matara.


Sabemos que la ley de Moisés tiene valor para los que se someten a ella. Y lo que la ley dice, es para que nadie pueda declararse inocente; es para que todo el mundo se reconozca culpable ante Dios.


Harán caso a gente hipócrita y mentirosa, incapaz de sentir vergüenza de nada.


Dicen que conocen a Dios pero, cuando vemos el mal que hacen, sabemos que eso no es cierto. Son gente odiosa y rebelde, incapaz de hacer algo bueno.


Jesús es el Jefe de Sacerdotes que necesitábamos, pues es santo, en él no hay maldad y nunca ha pecado. Dios lo apartó de los pecadores, lo hizo subir al cielo y lo puso en el lugar más importante de todos.


sino que pagó con la sangre preciosa de Cristo quien murió en la cruz, ofrecido en sacrificio, como un cordero sin ningún defecto.


No debemos ser como Caín, que era como un hijo del diablo y por eso mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque lo que Caín hacía era malo, y lo que hacía su hermano era bueno.


Todo el mundo se alegrará de verlos muertos y se mandarán regalos unos a otros para celebrar su muerte, porque esos dos profetas eran un terrible sufrimiento para aquella gente.


Saúl dijo a Samuel: —Tienes razón. Mi pecado ha sido no obedecer a Dios y no seguir tus instrucciones. Pero es que tuve miedo al pueblo y me sometí a su voluntad.


Saúl le rogó: —Reconozco mi pecado pero, por favor, ¡trátame como rey delante de los jefes del pueblo y de toda la gente! ¡Ven conmigo y rindamos culto a Dios!


Recuerda que David arriesgó su vida cuando luchó contra Goliat y lo mató. Ese día Dios nos ayudó a vencer a los filisteos, y tú mismo estabas muy contento. ¿Cómo es posible que ahora quieras matar a David, si no ha hecho nada malo?


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