39 Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló hasta tocar el suelo con la frente, y oró a Dios: —Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.
39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
39 Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: «¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».
39 Fue un poco más adelante y, postrándose hasta tocar la tierra con su cara, oró así: 'Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.
39 Y yendo un poco más adelante, cayó sobre su rostro, y orando dijo: ¡Padre mío, si es posible pase de mí esta copa!° pero no como Yo quiero, sino como Tú.
39 Y adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba diciendo: '¡Padre mío: si es posible, que pase de mí este cáliz! Pero no sea como yo quiero sino como quieres tú'.
Al oír esto, Abrán se inclinó tocando el suelo con la frente en señal de respeto. Entonces Dios le dijo: —En este pacto que hago contigo, te prometo lo siguiente: De ti nacerán muchas naciones. Por eso ya no vas a llamarte Abrán, sino Abrahán, porque serás el padre de muchas naciones, y muchos de tus descendientes serán reyes.
Moisés y Aarón se postraron tocando el suelo con la frente, y suplicaron a Dios: —Dios mío, tú que nos das vida a todos, si ha sido solo uno el que ha pecado ¿vas a aniquilar a toda la comunidad?
Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán cosas tan maravillosas que engañarán a la gente. Incluso, si pueden, engañarán a los que Dios ha elegido.
Porque vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán cosas tan maravillosas que engañarán a la gente. Si pueden, engañarán incluso a los que Dios ha elegido para seguirle.
pero tiene que ser así para que todos sepan que yo amo a mi Padre y que lo que él me mandó, lo cumplo fielmente. Y para terminar, Jesús les dijo: —Levantaos; salgamos de aquí.
Jesús les dijo: —Os aseguro que yo, que soy el Hijo de Dios, no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Solo hago lo que veo que hace Dios que es mi Padre.
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Mi Padre me envió y él me dice cómo debo juzgar a las personas. Por eso yo juzgo correctamente, porque no hago lo que yo quiero, sino lo que quiere el Padre que me envió.
Cuando Cristo estuvo aquí en el mundo, oró mucho a Dios, y con lágrimas le rogó que lo librara de la muerte, pues Dios tenía poder para hacerlo. Y como Cristo siempre fue obediente, Dios escuchó su oración.
Entonces me arrodillé a los pies del ángel para adorarle, pero él me dijo: —¡No lo hagas! Solo a Dios debes adorar, pues yo también le sirvo, igual que tú y que todos tus hermanos, los que siguen dando testimonio de Jesús. Porque dar testimonio de Jesús es lo mismo que anunciar su mensaje.