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Mateo 23:35 - Biblia Lenguaje Básico

35 Por eso, seréis culpables de la muerte de toda persona buena en el mundo; comenzando por la muerte de Abel hasta terminar con la muerte del profeta Zacarías, que era hijo de Berequías. A este profeta lo mataron entre el Templo y el altar de los sacrificios.

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Biblia Reina Valera 1960

35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

35 Como consecuencia, se les hará responsables del asesinato de toda la gente justa de todos los tiempos, desde el asesinato del justo Abel hasta el de Zacarías, hijo de Berequías, a quien mataron en el templo, entre el santuario y el altar.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

35 Al final recaerá sobre ustedes toda la sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes mataron ante el altar, dentro del Templo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que está siendo derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel° el justo, hasta la sangre de Zacarías hijo° de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

35 para que así caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar.

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Mateo 23:35
22 Referans Kwoze  

Un día, Caín propuso a su hermano Abel: «Salgamos al campo». Y una vez allí Caín golpeó a su hermano y lo mató.


Además de hacer pecar a Judá y ofender a Dios con su conducta, Manasés derramó sangre de mucha gente inocente. ¡Fueron tantos los que mató que Jerusalén se llenó de sangre desde un extremo al otro!


¡Mataremos a tus hijos por culpa de tu maldad! Así no podrán dominar la tierra ni llenar de ciudades el mundo».


Dios saldrá de su palacio y castigará por su maldad a los que habitan la tierra. Los crímenes de los violentos no quedarán sin castigo.


De nada ha servido castigar a vuestros hijos, pues no aceptáis mis correcciones. ¡Todos vosotros, como leones feroces, disteis muerte a mis profetas!


Tus vestidos están manchados con la sangre de pobres e inocentes. Y a pesar de que nunca los viste cometer ningún delito,


pero si me matáis, vosotros, jefes y pueblo, seréis los culpables de haber matado a un inocente, porque es cierto que Dios me ha mandado a daros este mensaje.


Cuando lo encontraron, lo trajeron ante el rey. Entonces el rey mandó que mataran al profeta y que arrojaran su cadáver a una fosa en donde echaban a los muertos.


Yo soy el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. El Dios todopoderoso me habló en el octavo mes, el mes de Bul, durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. Este es el mensaje que Dios me ha dado: —Vuestros antepasados me han ofendido mucho, pero estoy dispuesto a perdonaros si me pedís perdón. Esto es lo que os digo yo, que soy el Dios todopoderoso.


No contaminaréis el territorio en que vivís porque si derramáis sangre, la tierra quedará contaminada y solo se purificará con la muerte de quien la derramó.


comenzando por la muerte de Abel y terminando por la del profeta Zacarías, al que mataron entre el Templo y el altar de los sacrificios. Os aseguro que todos vosotros seréis castigados por esto.


—¿Acaso no os habíamos prohibido que enseñarais en nombre de ese tal Jesús? ¿Por qué no nos habéis obedecido? Resulta que habéis llenado Jerusalén con vuestras enseñanzas y hasta nos acusáis de haberlo matado.


Abel tuvo fe en Dios y por eso le ofreció un sacrificio más valioso que el de Caín. La fe hizo que Dios considerase a Abel como justo y que aceptara sus ofrendas. Y aunque Abel ya está muerto, todavía podemos aprender mucho de la fe que tuvo en Dios.


Os habéis acercado a Jesús, y recordad que, por medio de él, Dios hizo un nuevo pacto con vosotros. La sangre que derramó Jesús en la cruz, y con la que hemos sido rociados, dice mucho más que la sangre derramada por Abel.


Estás manchada, Babilonia, con la sangre de santos y profetas, con la sangre de todos los que han sido asesinados sobre la tierra.


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