Estas son las ofrendas que cada uno de los jefes de las doce tribus de Israel presentaron a Dios: una fuente de plata de un kilo y medio de peso, una jarra de plata de tres cuartos de kilo, y una bandeja de oro de ciento diez gramos, llena de incienso. Todos los objetos fueron pesados según el sistema de pesas establecido en el santuario. Además de estos objetos ofrecieron también un ternero, un cordero de un año para quemarlo completamente en honor a Dios, un chivo para sacrificarlo como pago por sus pecados, dos toros, como ofrenda para hacer la paz con Dios, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. La bandeja y la jarra estaban llenas de harina fina amasada con aceite, para preparar una ofrenda de cereales. Todas estas ofrendas las presentaron los doce jefes en el siguiente orden: el primer día, Naasón, de la tribu de Judá; el segundo día, Natanael, hijo de Zuar, de la tribu de Isacar; el tercer día, Eliab, hijo de Jelón, de la tribu de Zabulón; el cuarto día, Elisur, hijo de Sedeur, de la tribu de Rubén; el quinto día, Selumiel, hijo de Zurisaday, de la tribu de Simeón; el sexto día, Eliasaf, hijo de Deuel, de la tribu de Gad; el séptimo día, Elisamá, hijo de Amiud, de la tribu de Efraín; el octavo día, Gamaliel, hijo de Pesadur, de la tribu de Manasés; el noveno día, Abidán, hijo de Guideoní, de la tribu de Benjamín; el décimo día, Ajiezer, hijo de Amisaday, de la tribu de Dan; el día once, Paguiel, hijo de Ocrán, de la tribu de Aser; el día doce, Ajirá, hijo de Enán, de la tribu de Neftalí.