Cuando Dios llene de temor a la tierra, la gente se esconderá entre las rocas, en lo más profundo de las cuevas, para poder escapar de Dios y de su resplandeciente majestad. Cuando llegue ese día, la gente tomará sus falsos dioses, esos ídolos de oro y plata que fabricaron con sus propias manos, y los arrojarán a las ratas y a los murciélagos.
Los santuarios de los cerros, lugar donde pecaban los israelitas adorando a dioses falsos, serán destruidos por completo. En sus ruinas crecerán la maleza y los espinos. Entonces vosotros, los israelitas, desearéis que una montaña os caiga encima y os aplaste.
Y todos ellos decían a las montañas y a las rocas: —Caed sobre nosotros, para que no nos vea el que está sentado en el trono y no caiga sobre nosotros la ira del Cordero.