11 «No tenemos nada que ver con vosotros. Por eso, hasta el polvo de vuestro pueblo nos lo sacudimos de los pies. Pero sabed esto: ya está cerca el reino de Dios».
11 Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
11 Nos sacudimos y les dejamos hasta el polvo de su ciudad que se ha pegado a nuestros pies. Con todo, sépanlo bien: el Reino de Dios ha venido a ustedes.
Es muy posible que no te hagan caso, pues son muy rebeldes; pero no te preocupes. Lo importante es que se den cuenta de que hay entre ellos un profeta que les habla de mi parte. Y aunque te parezca que estás rodeado de zarzas y espinos y estás sentado sobre escorpiones, tú no les tengas miedo ni te espantes por lo que te digan, porque son muy rebeldes. Tú, en cambio hombre mortal, no seas rebelde como ellos y escucha lo que voy a decirte. Para empezar, abre la boca y come lo que te voy a dar.
Poned atención, hermanos israelitas descendientes de Abrahán. Y también vosotros, los que rendís culto a Dios aunque no seáis israelitas. Este mensaje de salvación se nos ha confiado a nosotros.
Entonces Pablo y Bernabé les contestaron con gran valentía: —Nuestra primera obligación era proclamar el mensaje de Dios a vosotros los judíos. Pero como lo rechazáis y no creéis merecer la vida eterna, ahora anunciaremos el mensaje a los que no son judíos.
Más bien, las Escrituras dicen: «El mensaje de Dios está cerca de ti; está en tu boca y en tu corazón». Y ese mismo mensaje es el que ahora os anuncio: que debemos creer en Dios.
El Hijo de Dios nos muestra el poder y la grandeza de su Padre. El Hijo de Dios es igual en todo a su Padre y mediante su palabra poderosa hace que el universo siga existiendo. El Hijo de Dios logró que Dios perdonara nuestros pecados y después subió al cielo para sentarse a la derecha del trono de su Padre.