Todos los demás ciudadanos, incluidos los sacerdotes, los levitas, los vigilantes de las puertas, los cantores y los destinados al servicio del Templo prometieron obedecer todos los mandamientos de Dios. Todos estos se habían apartado de los extranjeros que vivían en esa región, para obedecer lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés. Lo mismo hicieron sus parientes y jefes, junto con sus mujeres, sus hijos e hijas y todos los que tenían uso de razón.