Después de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba una ceremonia para pedirle a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos. Job hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o pecado contra él. Para Job, esto se había convertido en una costumbre.
solo podrán acercarse al altar y servirme los sacerdotes descendientes de Sadoc. Tú les darás un ternero para que me lo presenten como ofrenda por el pecado. Así lo mando yo que soy el Dios de Israel.
Cuando entre en el santuario, deberá primero bañarse y ponerse su traje sacerdotal; es decir, la túnica, la ropa interior, el cinturón y el turbante. Deberá traer un ternero como ofrenda para el perdón de los pecados y quemará un carnero en mi honor.
Luego le indicaré que eche a suertes para ver cuál de los chivos será para mí y cuál será para el demonio Azazel. El chivo que me haya tocado en suerte a mí, me lo presentará a la entrada de la Tienda del encuentro, como ofrenda para el perdón de pecados.
Luego Moisés dijo a Aarón: —Acércate al altar y presenta tu ofrenda para el perdón de tus pecados y quema una ofrenda en honor de nuestro Dios. Presenta también la ofrenda por ti y por el pueblo, para que Dios os perdone, pues así lo ha ordenado él.
Jesús no es como los otros sacerdotes, que todos los días tienen que matar animales para ofrecérselos a Dios y pedirle perdón primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, cuando Jesús murió por nuestros pecados, ofreció su vida una sola vez y para siempre.
Cristo no entró en ese santuario para ofrecer a Dios la sangre de animales, sino para ofrecer su propia sangre. Entró una sola vez y para siempre; de ese modo, de una vez por todas nos libró del pecado.
Pero en el Lugar Santísimo solo podía entrar el jefe de los sacerdotes, y solo una vez al año. Entraba llevando la sangre de los animales que él y el pueblo ofrecían para pedir perdón a Dios cuando pecaban sin querer.