Tan pronto como la madre termine de purificarse por el nacimiento de su hijo o de su hija, deberá ir a la entrada de la Tienda del encuentro. Allí presentará al sacerdote un cordero de un año y una paloma o un pichón. Entonces el sacerdote quemará el cordero en honor de Dios y presentará la paloma o el pichón como ofrenda para el perdón de pecados; de esta manera la madre quedará purificada. Esta es la ley para toda mujer que tenga un hijo o una hija.
Pero si la mujer no tiene dinero para comprar un cordero, podrá presentar como ofrenda dos palomas o dos pichones, uno como ofrenda que se quema en honor de Dios y otro que se presentará como ofrenda para el perdón de pecados. Así la mujer quedará purificada.
El sacerdote presentará uno como ofrenda para el perdón de pecados, y quemará el otro en mi honor. Así el sacerdote la purificará delante de mí, y quedará libre de su impureza.
Cuando Jesús entró en la ciudad de Jerusalén, fue al Templo y empezó a echar de allí a todos los que estaban vendiendo y comprando cosas. Derribó las mesas de los que cambiaban dinero de otros países por dinero del Templo, y también tiró los puestos de los que vendían palomas.